A fines de 2017 nuestro país asumió la presidencia del Grupo de los 20 (G20), el principal espacio de construcción de reglas y consensos entre los países. La Cumbre de Líderes se llevará a cabo en Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 1º de diciembre de 2018, cuando la Argentina culmine su período anual en la presidencia. Durante el trascurso de este año se realizaran más de 50 reuniones, que son actividades que se desarrollan en dos grandes espacios de trabajo: el Canal de Finanzas y el Canal de Sherpas. En conjunto los países del G20 representan cuatro quintos del PBI mundial bruto, tres cuartas partes del comercio mundial y albergan casi dos tercios de la población del mundo.

La presidencia del Grupo rota anualmente y entre sus funciones se encuentra la de liderar las reuniones del año. La construcción y continuidad de la agenda de temas se determina a partir de constituir lo que se conoce como la Troika, es decir el país que asume la presidencia actual (Argentina), la pasada (Alemania), y la futura (Japón).

Además de los países, participan con voz pero sin voto instituciones del sistema financiero internacional tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y otros organismos internacionales tales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), esta última a partir de la propuesta de la Argentina apoyada por Brasil en la cumbre de Pittsburgh (Estados Unidos) de 2009. Estos organismos desempeñan un papel técnico en función de su expertise, aunque también poseen capacidad política de influir en las discusiones en función de ese conocimiento, con resultados diversos según cada institución. Es interesante destacar, como hace la especialista en relaciones internacionales Melisa Deciancio[1] que, luego del desprestigio en que se hallaba el FMI dada su incapacidad de prever la crisis de 2008, el organismo adquirió un nuevo rol a pedido de los países del G20. Se destacan las “supervisiones” que el Fondo realiza a cada país, en aplicación del artículo IV, sección 3 de su Convenio Constitutivo.

A la vez, como parte de la sociedad civil, participan los Grupos de Afinidad que luego de las deliberaciones presentan recomendaciones al G20. En la actualidad estos Grupos son 7: Business 20 (por el sector de los negocios), Civil 20 (sobre temas tales como anticorrupción, infraestructura, medio ambiente, educación, género, etc.), Labour 20 (en representación de los intereses de las y los trabajadores), Science 20 (formado por las Academias de Ciencias de los países miembros), Think 20 (formado por academias y centros de investigación), Women 20 (empoderamiento de las mujeres), y el Youth 20 (dedicado a los jóvenes).

 

Creación y evolución del G20

El G20 fue creado oficialmente durante la reunión de Ministros de Finanzas del Grupo de los 7 (G7, formado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido[2]) el 26 de septiembre de 1999, cuando a los países desarrollados se les sumaron los países en desarrollo (PED), en el contexto de crisis económicas y financieras de esa década y de la incapacidad de las instituciones de Breton Woods -fundamentalmente del FMI- para anticiparlas y solucionarlas. El G20 está formado por la Unión Europea y 19 países: Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Francia, Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, República de Corea, México, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía, el Reino Unido y los Estados Unidos de América. Son 13 mercados que se sumaron a los del G7.

Fue el primer foro de este estilo, en el que conviven países con distintos niveles de desarrollo en igualdad de condiciones formales. Hasta el inicio de la crisis financiera internacional de 2008, el Grupo reunía a los Ministros de Finanzas y Presidentes de Bancos Centrales con el objetivo de discutir políticas financieras y monetarias comunes, la reforma de los organismos internacionales y el desarrollo económico mundial. A partir de 2009, en la cumbre de Pittsburgh, comienzan a participar los Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno de los países miembros, en un intento de darle mayor fuerza al espacio en cuanto a la reforma de la gobernanza económica mundial.

Su creación tuvo que ver, como dijimos, con la preocupación de las potencias frente a la inestabilidad del sistema financiero internacional y la repetición de las crisis de la década del noventa que generaban un efecto de contagio fuerte (en México a partir de 1994, en Asia a partir de 1997 y en Rusia a partir de 1998).

 

La agenda de temas

Los 13 mercados que se sumaron al G7 reclaman una mayor participación en la toma de decisiones en función de su posición relativa en términos de capacidades socioeconómicas, a la vez que plantean la revisión de los criterios de condicionalidad para el acceso a créditos, como dicen los expertos Pablo Trucco y Diana Tussie[3]. Por ejemplo en la cumbre de noviembre de 2008 en Washington, Argentina se sumó al reclamo de Brasil por la reforma del FMI para que los países en desarrollo puedan lograr un mejor lugar en el organismo y acceder a mejores líneas de financiamiento, diferentes de las conseguidas por los PED durante la década del ‘90.

Entre los temas de agenda, que han ido variando a lo largo de los años, en las cumbres que siguieron a la crisis de 2008 destacaron las preocupaciones por las reformas del sistema financiero y sus principales instituciones y los caminos a seguir frente a la crisis económica mundial, como resultado de las presiones de los países emergentes en su carácter de anfitriones. Como resultado de la capacidad de resistencia del sistema financiero internacional para ser gobernado, los temas han ido variando a cuestiones menos controversiales, tales como el cambio climático, la evasión impositiva, etc. En la cumbre de Pittsburg de 2009 entre los acuerdos alcanzados destacan que la regulación bancaria y del mercado de valores tiene que asegurar que no se recaerá en las crisis de confianza y de malas prácticas del pasado, que se regulará para evitar la toma excesiva de riesgo por parte de los agentes financieros y que el G20 será el foro principal para alcanzar los acuerdos económicos internacionales, la reforma del mandato, la misión y la gobernanza del FMI, entre otras cuestiones, como una instancia de integración de políticas para discutir la gobernanza global neoliberal.

Sin embargo, en la cumbre de Cannes (Francia) de 2011 se acordó que el G20 siga siendo un grupo informal de países, aunque se estableció el funcionamiento de la Troika para darles continuidad a los temas de agenda, a la vez que se instauró que a partir de 2015 la presidencia rote entre grupos regionales.

Las lógicas de este espacio y las estrategias llevadas a cabo por los países emergentes podrían considerarse como una instancia en la que se disputa el sentido de la globalización neoliberal, dado que es un espacio donde pueden hacer alianzas con sus pares, alcanzar consensos y aprender buenas prácticas. Entre los países emergentes de más peso se destacan China, Rusia, India y Brasil (que forman parte junto a Sudáfrica de los BRICS). La incorporación de estos cuatro países al G20 supuso un gran contrapeso a las principales potencias del norte.

Frente al “viejo” multilateralismo, espacios como el G20 resultan un avance en términos de su capacidad para crear una agenda de temas compartidos. Esto se ha visto, por ejemplo, en la cumbre de Hamburgo (Alemania) de 2017. Frente a la decisión de Estados Unidos de abandonar los Acuerdos de París sobre el cambio climático, en la declaración conjunta de los Líderes del G20 se deja constancia de que se toma nota de la decisión de ese país de abandonar el acuerdo, pero que los dirigentes de los otros miembros del grupo afirman que el Acuerdo de París es “irreversible”.

El hecho de haber dejado plasmada la diferencia sobre este tema con la potencia hegemónica puede ser pensado como el resultado de la legitimidad alcanzada por el G20 en materia de diseño de las reglas de juego mundial y de los realineamientos en materia de distribución del poder, dado que en la cuestión del cambio climático el grupo quedó dividido en dos: 19 miembros de un lado (18 países más la Unión Europea) y uno del otro. Esto hubiese sido impensable unos años atrás. Algo similar ocurrió en el aspecto comercial, aunque la declaración final no reflejó el disenso, dado que se encontró la manera de sostener la importancia de la apertura comercial pero también de los instrumentos de defensa del comercio legítimo, postura sostenida por Estados Unidos.

Asimismo con la asunción de Donald Trump a la presidencia estadounidense en enero de 2017, este país parece más inclinado a las negociaciones bilaterales que a los espacios multilaterales, por eso se especula sobre su participación o no en la cumbre de Buenos Aires.

Los temas definidos para esta cumbre son el futuro del trabajo, la infraestructura para el desarrollo y la sustentabilidad alimentaria. Son temas que se alejan de los que se discutían en la poscrisis (rediseño de las instituciones financieras, acceso a créditos de los PED, etc.).

 

Consideraciones finales

Con el fin de la Unión Soviética, el mundo se estructuró de manera unipolar en función del poder económico, militar, tecnológico y financiero de los Estados Unidos, la potencia hegemónica que a la vez alcanzó el liderazgo en varios organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, entre otros. Hacia fines del siglo XX, diversos autores –a partir del libro de Francis Fukuyama[4]– postularon el “fin de la historia”, entendida como el fin del conflicto como motor del desarrollo de los pueblos.

Sin embargo, desde principios de este siglo, pero sobre todo a partir de la crisis financiera internacional iniciada en 2008 (que afectó principalmente a Estados Unidos y a las naciones europeas), nuevos actores han empezado a disputar la construcción de un nuevo mundo, en función de su crecimiento socioeconómico. Es en este momento cuando se consolida la posición de China a nivel global.

Como resultado del mayor peso relativo que adquirieron en el sistema en función del modo en que lograron afrontar los efectos de la crisis, los países emergentes han comenzado a discutir el sentido de la globalización. Uno de los tantos espacios en donde esta puja se lleva a cabo es el G20, aunque a juicio de quien esto escribe es una oportunidad desaprovechada la falta de articulación entre los tres países del grupo que pertenecen a Latinoamérica: Argentina, Brasil y México. Mucho más frente a China, la cual le ha otorgado a los tres países una relación diplomática especial: la Asociación Estratégica Integral.

Nuestra región necesita darse un debate serio respecto de qué tipo de globalización queremos, lo que sin dudas debe incluir qué proyecto de inserción internacional definimos, sobre todo frente a otros actores del sistema que parecen decididos a afianzar la relación con América Latina y el Caribe.

A la vez, el G20 debe recuperar el impulso de los años posteriores a la crisis y volver a discutir sobre el rediseño de las reglas de juego del sistema financiero mundial. Las Declaraciones de Líderes deben volver a ser guías para la acción y no meramente declaraciones de buenos deseos. Lejos quedaron los días en los que los países miembros pedían la reforma de las Instituciones Financieras Internacionales, mayor trasparencia en las agencias calificadoras de riesgos y cuestionaban el rol de los holdouts.

Es una lástima que el Gobierno argentino no haya incluido estos temas al momento de preparar la agenda.

 

Por Mariano Baladrón

Politólogo. Docente. Coordinador del Departamento de Planificación y Políticas Públicas UNLa

 

 

[1] Deciancio, Melisa (2011), “Oportunidades y desafíos de la cooperación. Argentina y el G-20”, tesis de Maestría en Relaciones y Negociaciones Internacionales, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO/Argentina) – Universidad de San Andrés en cooperación con la Universidad de Barcelona.

[2] Grupo de países con mayor grado de industrialización, al que se le unió la Federación Rusa (temporalmente excluida por la crisis de Crimea) pasando a componer el G8.

[3] Trucco, Pablo y Tussie, Diana (2009) “¿Invitados o colados en la elite global? El G20 y la robustecida influencia de los mercados emergentes”, Observatorio del G20 – Área de Relaciones Internacionales, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO/Argentina.

[4] El libro de Fukuyama se titula “El fin de la historia y el último hombre”. Fue publicado en 1992 y su tesis principal es que, con el fin de la Guerra Fría, la lucha de clases como motor de la historia ha terminado, imponiéndose un mundo final en el que la democracia liberal se ha impuesto. En su momento fue un libro de gran repercusión.

Artículos Relacionados

Hacer Comentario