«Mi mayor ambición es que el acto de la lectura sea de disfrute, de goce para quienes me leen. En estos tiempos en que tanto dolor y humillaciones nos inferimos unos a otros, hacer feliz a alguien es tan hermoso… A mí no me importa más que eso».   

Marco Denevi

Después de leer La caída del ángel de la señorita Ágata de Marco Denevi, el lector se queda con la impresión de haber sido descubierto en la más cruel de las verdades: la de haber sostenido la imagen inmaculada de un amor que jamás fue. ¿Cómo es posible que alguien nos haya descubierto en esa situación? Lo que sucede es que la pluma de Denevi está siempre cerca del alma humana y es capaz de desnudarla ante todos con una maestría que impacta. Los sueños, los vericuetos de un ser que hace lo posible por acomodarse a la sociedad y a la historia, a un trabajo que hay que cumplir, a un rol histórico, a un carácter esquivo que ni siquiera lo defiende de sí mismo son algunos de los temas que rondan sus textos. Maestría de Denevi que tiene un ojo clínico para ver y verse, y por este camino leer la sociedad. La observación profunda de nosotros mismos nos permite  percibir los reflejos de otras almas, esa es un área en la que Marco Denevi se mueve con suma facilidad y logra presentarnos relatos que nos impresionan y cautivan porque tras las líneas podemos descubrirnos revelados, en lo individual, pero también en lo colectivo.

En otro de sus impecables relatos, Día de asueto para un oficinista cansado, el lector se lee en ese personaje tan representativo de nuestra clase media, que cumple a rajatabla horarios y obligaciones. Empleado ejemplar que no faltó un solo día a su trabajo, hasta esa mañana en la que le gana el cansancio final que llega como un airecito de libertad, “Airela, para permitirse contemplar la vida de todos los días, la vida que pasa ante sus ojos desde un banco de una perdida estación de subterráneo. Son cuentos inolvidables. Quien los leyó lo sabe. Este señor escritor es capaz de tocarte el corazón y la conciencia con la maestría de encontrar las palabras justas para decir eso que tenemos todos dentro. Y ahí está la magia, en la profunda identificación del lector al sentir descubierta impunemente su psicología.

Marco Denevi nació en Sáenz Peña, provincia de Buenos Aires, el 12 de mayo de 1922. Cursó la secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego estudió Derecho.

Su primera novela, Rosaura a las diez, gana el Premio Kraft en 1955 y se convierte inmediatamente en un gran éxito que posteriormente sería llevado al cine por Mario Soffici con la destacada actuación de Susana Campos y Juan Verdaguer. Es una novela policial en la que cada protagonista narra la misma historia desde su propio enfoque: de esta manera las perspectivas acerca de un mismo hecho se van multiplicando. Esta construcción narrativa la vuelve absolutamente atractiva. El lector queda atrapado en la trama.

En 1960 Denevi obtuvo el premio de la revista Life en español para escritores   latinoamericanos por su relato Ceremonia secreta, que fue traducido a varios idiomas incluyendo el inglés, francés, japonés e italiano, y adaptado cinematográficamente en 1968 en el Reino Unido. Esta versión cinematográfica fue protagonizada por Elizabeth Taylor, Robert Mitchum y Mia Farrow.

Los expedientes ganó el premio Nacional de Teatro en 1957. Denevi también recibió el Premio Argentores en 1962 por El cuarto de la noche y llegó a ser miembro de la Academia Argentina de Letras, en 1987. En 1994 recibió el “Premio Kones – Diploma al Mérito” en la categoría Novela.

Desde 1980 practicó el periodismo político, actividad que, según él, le proporcionó las mayores felicidades en su oficio de escritor. Enfocaba sus artículos con un marcado compromiso ciudadano: los problemas de la sociedad, las fallas en la representación política, la corrupción, la burocracia o los excesos de «viveza criolla» eran tema de sus escritos. Los títulos de algunos de estos artículos muestran claramente el motivo de sus diarias preocupaciones: «Los monarcas de la República», «¿Gobernantes cuerdos o gobernantes locos?», «Me gusta ser argentino», «El argentinglés y otras amenidades»  o «Perplejidades de un argentino apolítico”. En 1990 fue presidente honorario del Consejo de Ciudadanos, entidad que promovió para incentivar la inquietud cívica.

Denevi se consideraba un «ejercitador de las letras». Entre sus textos representativos podemos citar: Rosaura a las diez; Un pequeño café; Los asesinos de los días de fiesta; Ceremonia secreta; Falsificaciones (microrrelatos); Enciclopedia secreta de una familia argentina; Nuestra Señora de la Noche; Una familia argentina; El amor es un pájaro rebelde; El emperador de la China; El segundo círculo o El infierno de la sexualidad sin amor; Parque de diversiones.

La escritura de Denevi es ejemplo de una literatura que dialoga con lo social.

Con la vuelta de la democracia en Argentina en 1983, comienzan a circular diversos discursos que analizan las causas sociales y políticas del último golpe de Estado. Marco Denevi en esta década incorpora el rol determinante de la política, buscará encontrar las causas del fracaso de esa «anomalía histórica” que es la Argentina, en la predisposición psicológica y el carácter del porteño rioplatense. Sus personajes tienen un aire de naturalidad por la utilización de un lenguaje cotidiano que surge de las configuraciones sociales.

Sus cuentos y novelas pueden analizarse como «dramatizaciones» o «escenificaciones» de aspectos de la vida nacional, en las que los protagonistas son argentinos que bregan por sustraerse del modo de socialización en el que se formaron, oscilando entre el acatamiento del orden y la transgresión: son estas voces las que examinan a la Nación por medio de la palabra. Denevi trata de explicar las causas del fracaso analizando la estructura psicológica del individuo y considera que la apuesta para una República sólida encuentra sus cimientos en las instituciones. Se consideraba un “demócrata espiritualista” y al país lo veía “como a un niño al que lo tuvieron atado a la pata de una mesa durante años, sin dejarle leer más que historietas. Ahora lo soltaron, pero todavía le falta mucho para que aprenda qué hacer con su liberación”.

Tal vez encontremos, como sociedad, una señorita Arrufat que nos mire y acepte ayudarnos. Tal vez, y este es un profundo deseo, todos aceptemos entendernos y gestar mancomunadamente esa ceremonia secreta que nos libere de las injusticias sociales e históricas a través de la comprensión y el amor.

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