La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) proclamó (previo informe de la Comisión IV) en su 22ª sesión plenaria del 15 de noviembre 1995, “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor” al 23 de abril de cada año, por ser esta la fecha en que coincidieron, en 1616, los fallecimientos de William Shakespeare, Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega. Los fundamentos de tal decisión fueron los siguientes:

  • que históricamente el libro ha sido el elemento más poderoso para la difusión del conocimiento como así también el medio más eficaz para su conservación;
  • que toda iniciativa que busque promover la divulgación del libro redundará también en el enriquecimiento cultural de las personas que tengan acceso a él;
  • que divulgar el libro es fomentar el desarrollo de las sensibilidades colectivas en relación a los acervos culturales mundiales e inspirar comportamientos para lograr el entendimiento, la tolerancia y el diálogo;
  • que la difusión y promoción del libro, de acuerdo a la experiencia de varios países miembros de la UNESCO, se manifiesta de forma más eficaz allí donde ya se habían establecido días especiales para celebrarlo, a través de la organización de exposiciones y ferias;
  • que si bien existían iniciativas similares a nivel local, no se había adoptado nunca una medida similar a nivel mundial.

¿Y qué nos motiva a seguir celebrando al libro, casi un cuarto de siglo después de que UNESCO hiciera esa declaración? Rendir homenaje a los libros y a los autores y fomentar la lectura para que el mayor número posible de personas puedan acceder a ella es el objetivo principal de este día. Para UNESCO, más allá de las fronteras físicas, el libro representa una de las invenciones más bellas para compartir ideas, encarnando un instrumento eficaz en la lucha contra la pobreza y la construcción de una paz sostenible. Editores, autores, bibliotecarios, docentes, organizaciones no gubernamentales, instituciones privadas y públicas, medios de comunicación y cualquier otro interlocutor que se sienta implicado, es convocado a esta celebración que congrega a millones de personas en todo el planeta.

Este 23 de abril, inmersos en una cuarentena que nos confina obligatoriamente en nuestros hogares, este festejo tendrá un matiz diferente. El Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor nos encuentra transitando una pandemia de proporciones apocalípticas que trastocó de un día para el otro todas las aristas de la cultura del libro, por así decirlo. Libros y derechos de autor ante los desafíos de la “realidad real”.

Observamos que instituciones educativas de todos los niveles y jurisdicciones se abocaron a la titánica tarea de organizar, en cuestión de días, el dictado de clases virtuales para intentar asegurar la continuidad pedagógica de alumnos y estudiantes. Millones y millones de libros impresos quedaron “atrapados” en los anaqueles de sus bibliotecas, en los mostradores de las librerías y en los depósitos de las editoriales. Entonces miles de maestras, profesores, docentes y estudiantes tuvieron que diseñar a contrarreloj estrategias para dotarse de la bibliografía en formato digital que necesitaban para sus clases virtuales.

Surgen entonces las tensiones infaltables. Esta vez parecería no cuajar el refrán de vestirse despacio ante apuros.

¿Podré escanear y fotografiar un libro completo que tengo en casa y compré hace un par de años? Si la editorial cerró sus puertas en 2001 ¿cómo accedo a una copia digital de una publicación agotada? ¿Se puede compartir en el campus virtual de la universidad, el enlace de un libro completo con copyright que encontré en Academia.edu? ¿Cómo sé si un libro tiene una licencia Creative Commons o no? ¿La editorial me venderá un capítulo? ¿Los gobiernos Nacional, Provincial y/o Municipales podrán obtener una partida extraordinaria para la compra de libros digitales?

Asimismo, entran en escena y en auxilio para intentar encontrar esos materiales bibliográficos y ayudar a responder esos interrogantes, bibliotecarios referencistas vía correo electrónico, llamadas telefónicas, videoconferencias por Jitsi (Zoom sería más inseguro según los especialistas) o WhatsApp. También las editoriales, los autores y los proveedores de contenidos presentan planes de contingencia ad hoc permitiendo desde el acceso en línea libre y gratuito “por coronavirus” a una o varias de sus colecciones, hasta habilitar el ofrecimiento de licencias con importantes descuentos, pasando por el regalo de ediciones digitales y conferencias, y capacitaciones gratuitas.

Aumenta el número de propuestas a la par del incremento de tensiones de ayer y de hoy: ¿Es posible una propuesta de excepciones a la ley n.º 11.723 por COVID-19? ¿Y qué sucederá con las excepciones y las ediciones extranjeras? ¿Acaso habrá que crear más contenidos e inundar el mercado para negociar de manera más equitativa con las editoriales? Las estrategias de compras consorciadas de libros por parte de las bibliotecas fueron antecedentes más que interesantes en la búsqueda de equilibrios Ganar-Ganar. Ocuparse más que preocuparse.

“No se puede comparar la suavidad del papel de un libro en nuestras manos al dar una vuelta de página, con el frío y encandilante brillo de una pantalla de una compu o celu con un documento electrónico. Imaginate llevándote una PC a la playa. No… no hay nada que reemplace al aroma a libro nuevo o la fragancia del papel de antaño” sentenciábamos de manera tajante y rotunda, tal vez aferrándonos a un pasado impreso que hacía rato que coqueteaba con un presente digital y un futuro más incierto que híbrido. Cierto es que ni estábamos totalmente equivocados ni completamente acertados: las experiencias de lectura y de circulación de la información en diferentes formatos y soportes son muy diferentes. Libro, conocimiento, información, acceso e infoxicación, también. Bibliófilos, bibliofóbicos, early adopters, tecnólogos, tecnofóbicos, “capitanes a posteriori”, entre otros, seguiremos expresando diferentes ideas, puntos de vista, pensamientos y teorías sobre lo que vendrá “cuando esto pase”.

Mientras tanto, hoy jueves 23 de abril, la UNESCO nuevamente nos invita a unirnos a esta celebración enarbolando al libro como vector del conocimiento, de la comprensión mutua. Entre tapabocas, alcohol 70/30, distanciamiento social y abrazos virtuales, están más que invitados a participar a través de las redes sociales, utilizando los hashtags #QuédateEnCasa y #DíaMundialDelLibro .

En el prólogo de “La biblioteca de la noche” (Siglo XXI, 2009) Manguel reza en relación a los libros de su biblioteca particular […] mis libros saben infinitamente más que yo y les agradezco que incluso toleren mi presencia. A veces creo abusar de ese privilegio.”

Abusando del privilegio de poder escribir estas breves líneas no puedo despedirme sin antes desearles un…

¡Muy feliz Día Mundial del Libro!

 (en el formato, soporte, tiempo y espacio que sea).

Levanten sus libros en alto para brindar: arriba, abajo, al centro y… ¡A leerlos!

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