El poder de las ideas y el rol de la cultura

Este artículo apunta a identificar una corriente de ideas impregnadas en la vida comunal nacional.

Luego de la fallida invasión inglesa del 28 de junio de 1807, comenzó a conformarse un proyecto político que hizo que el naciente país se colocara un yugo cultural, político y económico efectuado por el poder británico. Pero para comprender ese avance cultural y político efectuado por el imperialismo inglés sobre la Argentina, primero es necesario entender el poder de las ideas y la cultura a la hora de dominar un grupo humano o una nación: es aquí donde se generan las categorías de análisis y los marcos analíticos de una comunidad que repercuten en el hacer y en la transformación material y espiritual de los sujetos en su trama social; ya Mao Tse-tung, en su escrito Acerca de la práctica, sostuvo que

Para conocer directamente una cosa o cosas, es indispensable participar personalmente en la lucha práctica que tiene por fin cambiar la realidad, cambiar esa cosa o cosas, porque solo con la participación personal en esa lucha práctica se puede entrar en contacto con el aspecto exterior de las cosas, descubrir su esencia y comprenderlas” (1937: 13).

Por esta razón, es de vital importancia entender que la familia es el núcleo de una nación: en ella se forja el futuro de una patria y es en donde la cultura y las ideas se institucionalizan. Aquí se forjan lazos familiares que permiten descubrir los pasos previos dados por los antepasados de una parentela, lo cual provoca el surgimiento de un próspero terruño en medio del caos social.

Frente a esta explicación, es necesario evocar al pensador de la izquierda nacional Juan José Hernández Arregui cuando, en su obra “¿Qué es el ser nacional?”, detalla:

La patria, junto con otras notas específicas, es una categoría histórico-temporal experimentada como la ‘posesión en común de una herencia de recuerdos’. Ahora bien, solo el hombre es capaz de recuerdos. De modo que la patria, de un lado, es un hecho psicológico vivido como experiencia individual, y del otro, un hecho social, en tanto conciencia colectiva de un destino”. (2017: 18)

Es fundamental concebir de manera acabada la importancia del trasvasamiento cultural y social entre las familias. Esto se puede detallar con un hecho social tal como, por ejemplo, lo expresa el pueblo de Casabindo de la provincia de Jujuy, al organizar una gran fiesta popular que reviste un importante valor religioso y tradicional. En el festival se realiza la única corrida de toros del país con el nombre de “toreo de la Vincha”: el objetivo es que varios hombres puedan sacarle al toro de la frente una vincha con monedas de plata y así puedan ser ofrecidas a la Virgen de la Asunción.

Así, se puede evidenciar que el trasvasamiento generacional de ideas y la conservación de la cultura son pilares fundamentales para el desarrollo de una comunidad nacional.

El imperialismo británico y la patria chica

Quien entendió este proceso hereditario a la perfección fue el imperialismo británico, pues luego de la fallida invasión inglesa del año 1807, pospusieron sus cañones bélicos para poner en marcha su proyecto político a través de una invasión cultural e ideológica en la comunidad argentina.

El profesor Marcelo Gullo Omodeo, en su libro denominado “Madre Patria” manifiesta con claridad el rol de las ideas y de la cultura a la hora de subordinar una nación:

La importancia del poder cultural en la lucha que las grandes potencias han sostenido —y sostienen— por la hegemonía mundial. Es preciso también dar cuenta del papel decisivo que ocupa la subordinación cultural en la política exterior de los Estados, una subordinación que siempre utilizan como instrumento para la imposición sutil de su voluntad”. (2021: 19)

Retomando el análisis, el poder anglosajón tenía en claro su situación deseada; por consiguiente, la nación británica dirigió en la Argentina un proceso de subordinación cultural e ideológica para alcanzar sus fines económicos. Esta maniobra dio sus frutos, ya que muchas figuras políticas han visto el avance cultural y político británico como un progreso moderno civilizador. Varios sujetos políticos tales como Bernardino Rivadavia, Domingo Faustino Sarmiento, Esteban Echeverría, fueron, entre otros, los primeros en acatar el proyecto colonial del imperialismo británico.

Dicho de otro modo, a este proyecto foráneo se lo puede comprender como “el modelo de la patria chica”. El pensador nacional Fermín Chávez realizó una definición muy específica sobre este concepto:

La ‘Patria Chica’ se caracterizó por permitir e incluso promover la fragmentación del Virreinato en varios países e impulsó las políticas de apertura económica y de importación de manufacturas enfrentando a los productores locales. En el plano político, dichos grupos fueron promotores de modelos restrictivos para el acceso y la participación política que quedó circunscripta a las elites y a los grupos de poder económico. En el plano cultural, se caracterizaron por el intento de negar la identidad histórica haciendo ‘tabla rasa’ e impulsando el modelo de la razón iluminista”. (Chávez, 1977)

A partir de la comprensión del concepto de “patria chica”, es necesario evocar a una de las personalidades de este modelo. En las instituciones educativas se lo enseña como “el padre de la educación pública argentina”: Domingo Faustino Sarmiento.

Las ideas sarmientinas, presentes en la actualidad

Claramente, Sarmiento fue una de las figuras más importantes a la hora de incluir al pueblo en las instituciones educativas; pero uno de sus propósitos era que a través de las escuelas se podían civilizar las mentes y la manera de ser de la masa mestiza. Sarmiento fue un gran aprendiz de que en Europa (especialmente en Inglaterra y Francia) se encontraban la civilización y el progreso; por lo tanto, para copiar la Europa imperialista en Hispanoamérica era necesario ir por las mentes, supuestamente burdas y atrasadas, del criollo.

Este desprecio a su propio hogar llevó a Sarmiento a crear en su obra literaria denominada Facundo el concepto de “Civilización y barbarie”. Esta idea tenía como fin relacionar lo autóctono (barbarie) con el atraso, e identificar todo lo ajeno (civilización), con la civilización de la ciudad y la sapiencia europea.

Este propósito quedó plasmado en una de las tantas cartas que se intercambiaron él y Bartolomé Mitre, donde detallaba “No trate de economizar sangre de guachos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos”. (Fuente titulada “Sarmiento entre su civilización y su barbarie”). 

Hoy, en la Argentina, se encuentra gobernando la clara expresión de la patria chica. En el equipo gubernamental se puede apreciar que la estructura de sus pensamientos está conformada por las ideas sarmientinas, legado que se puede identificar en el odio visceral hacia el Estado. La declaración «El concepto de Justicia Social es aberrante, es robarle a alguien para darle a otro” posee características muy similares al pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento, el cual dejó claro en el debate producido en la Cámara de Senadores el 13 de septiembre de 1859:

Las Cámaras no deben votar partidas para la caridad pública, porque la caridad cristiana no es del dominio del Estado. El estado no tiene caridad, no tiene alma. Si los pobres se han de morir, que se mueran. El mendigo es como la hormiga. Recoge los desperdicios. De manera que es útil sin necesidad de que se le dé dinero. ¿Qué importa que el Estado deje morir al que no puede vivir por causa de sus defectos? Los huérfanos son los últimos seres de la sociedad; no se les debe dar más de comer”. (Gullo, 2021: 294)

Asimismo, los efervescentes fieles a las ideas sarmientinas constantemente denigran las figuras políticas que fueron importantes para el pueblo mestizo. Frases tales como “Los políticos y los sindicalistas son todos chorros (sic), tendrían que estar presos” lo demuestran. Este ensañamiento se aprecia en el odio obsesivo de Sarmiento para con los caudillos, pues a Francisco Solano López lo acusaba de “frenético, idiota y feroz borracho”, al federal Artigas de “rtaro terrorista”, a Güemes lo despreciaba y de Juan Manuel de Rosas afirmaba: “Es la encarnación de Felipe ll, de la Inquisición, de la barbarie indígena. Rosas es el hijo legítimo de la vieja España bárbara y despótica” (Gullo, 2021: 291),

Los actuales dirigentes se subordinan a la idea de querer copiar una nación anglosajona, como expresó el actual mandatario en sus discursos al decir que “El gran problema argentino es un problema cultural”; allí se identifica claramente la idea sarmientina: “Y seamos francos escribe Sarmiento, no obstante que esta invasión universal europea sobre nosotros es perjudicial y ruinosa para el país, es útil para la civilización y el comercio” (Hernández Arregui, 2017: 65).

Al hablar de “orcos” refiriéndose al pueblo criollo, se reconoce el concepto de barbarie que planteó Sarmiento en su carta a Mitre:

Tengo odio a la barbarie popular. La chusma y el pueblo gaucho nos son hostiles. Mientras haya chiripa no habrá ciudadanos. ¿Son acaso las masas las únicas fuentes de poder y legitimidad? Usted tendrá la gloria de restablecer en toda la República el predominio de la clase culta anulando el levantamiento de las masas”. (Hernández Arregui, 2017: 64)

Se hace gala de admiración y anglofilia hacia figuras que le hicieron mucho daño a la comunidad argentina: Churchill festejó en la Cámara de los Comunes el derrocamiento al gobierno democrático de Juan Domingo Perón; Margaret Thatcher es conocida por la decisión de hundir el crucero General Belgrano; ella y Ronald Reagan fueron los ideólogos del Consenso de Washington para imponer la ideología neoliberal a los países del Tercer Mundo.

El actual gobierno ha incorporado la idea del achicamiento como un bien necesario para la comunidad argentina, decisión que se ve reflejada en la entrega de 166.000 km de mar al imperialismo inglés como parte de su área marina protegida y en el permiso a los malvinenses de construir un megapuerto en Malvinas para competir con el de Ushuaia. Estos principios de entrega ya se veían detallados en el Facundo: allí Sarmiento anunciaba que “El mal que aqueja a la Argentina es la extensión” (2018: 49).

Conclusión

Considero que la administración actual es discípula de las ideas sarmientinas, y que sobre todo ha sabido sintetizar sus conceptos generales y subconceptos. Este breve análisis permite darse cuenta de que el motor de la historia nacional no es la lucha entre izquierdas o derechas, sino que existen dos grandes líneas de oposición: la nación o la antinación (es decir, la patria chica). Al motorizar la historia nacional, este alineamiento contemporáneo permite el surgimiento de dos modelos: el de la patria grande y el de la patria chica.

Finalmente, es necesario comprender los resultados devastadores de las ideas sarmientinas: en el libro Dos Argentinas, Norberto Galasso cita este párrafo de las obras literarias de Arturo Jauretche:

Destruir la patria grande, para hacer una patria chica donde no hubiera indio, ni gaucho, ni selva, ni montaña, ni desierto, ni nada difícil de dominar. Pero el problema es el sarmientimo: la religión deliberadamente creada para falsificar la historia, e impedir que el país encuentre su verdadero rostro en el pasado, para que componga su rostro en el presente”. (1996: 113)

Fuentes

  • Chávez, Fermín (1977). Historicismo e iluminismo en la cultura argentina. Buenos Aires, Ed. Del País.
  • Galasso, Norberto. Dos Argentinas, Homo Sapiens Ediciones. Abril de 1996, Sarmiento 646, 2000 Rosario.
  • Gullo Omodeo, Marcelo (2021) Madre Patria. Editorial Planeta, S. A.
  • Hernández Arregui, Juan José (2017) ¿Que es el ser nacional? Ediciones Continente.
  • Mao Tse-tung, Acerca de la práctica. Edición LA ROSA BLINDADA, Buenos Aires.
  • Pigna, Felipe (2023) “Sarmiento entre su civilización y su barbarie”. En El Historiador. https://elhistoriador.com.ar/sarmiento-entre-su-civilizacion-y-su-barbarie/
  • Sarmiento, Domingo Faustino (2018) Facundo o civilización y barbarie. Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación.

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