Es 23 de diciembre de 1975 y el calor agobia a la localidad de Monte Chingolo, al sur del conurbano bonaerense. Dos hermanas dialogan en el patio de su casa sobre el polémico final de la telenovela Piel Naranja. Afuera, los vecinos compran panes dulces y sidras para los festejos que se vienen. De repente, comienzan a escucharse ruidos y luego, casi inmediatamente, un militante del ERP[1] cae en medio de ese patio.

Una de las hermanas es una enfermera peronista, viuda de un sindicalista. La otra es una directora de escuela radical, que espera su jubilación. Las dos solas frente a ese joven herido, que viene escapando del batallón Viejobueno[2].  

La obra Monte Chingolo propone una interrelación entre dos generaciones, donde el idealismo, la patria, la militancia y la educación son algunos de los ejes que se abordan. Escrita por Leonel Giacometto y Alejandro Viola, la pieza surge a partir de la vivencia personal de Viola, quien de niño vio los helicópteros pasar por la terraza de su casa.

“Alejandro me contó la anécdota de su infancia y me pidió que la transformáramos en una obra. También me trajo un libro sobre Monte Chingolo. Vuelvo a mi casa y me pongo a buscar en Google a ver qué había pasado esa semana que fue la toma del Viejobueno y veo que había sido el fin de la novela Piel Naranja de Alberto Migré. Entonces lo llamé a Alejandro que quería una obra más enfocada desde la mirada de un niño y le propongo ir a un costumbrismo a fondo. Así surge esta interrelación entre las dos generaciones, las dos hermanas y un joven que decidió tomar las armas, sabiendo que ya estaban delatados. La idea no era hacer algo panfletario ni nada, sino indagar sobre estas cuestiones de lo común”, cuenta Giacometto en diálogo con Viento Sur.

¿Por qué las hermanas tienen distintas miradas políticas?

Uno de los objetivos era exponer esta grieta espantosa que no se termina. Una es una enfermera peronista, viuda de un sindicalista que en el ‘55 en lugar de tomar las armas que tenían en la CGT va y las tira al Riachuelo; y ella que trabajaba en un hospital público cuando empiezan a bombardear la Plaza de Mayo se enloquece y se escapa a la escuela donde trabajaba la hermana, que es directora de escuela y está esperando que le llegue la jubilación. Fue una forma también de unir 30 años de historia.

¿Qué pasa con esas posturas cuando irrumpe el joven?

Y, pasa como en todas las familias, que se chicanean, pero ante un problema específico se preguntan “¿Y ahora qué hacemos?”. Entonces, comienza una interrelación entre las dos generaciones, una de las hermanas con una actitud más maternal, la otra con problemas en su vida amorosa y, entre ellas, un joven herido. Hay un diálogo entre el chico y la directora sobre lo que se enseña sobre la historia argentina en la escuela y la maestra le dice que si la cuentan tal como fue solo se hablaría de sangre. Y eso me parecía interesante.

Hablás de chicos, jóvenes, pero evitás la palabra “guerrillero”…

Todos eran muy jóvenes y se la jugaron igual sabiendo que ya estaban entregados. Cuando empecé a investigar sobre el tema de las guerrillas, hubo algo que a mí siempre me voló la cabeza que es el tema de las edades. Todavía tengo esas preguntas, sobre cómo estos chicos, la mayoría estudiantes de Humanidades, que ya sabían que habían sido delatados y que no sabían manejar las armas van igual a tomar el batallón. No tengo respuestas para analizar a esos jóvenes que decidieron tomar las armas para cambiar algo, equivocados o no.  Son tomados como guerrilleros que eran enemigos, subversivos que había que sacar.

En el diálogo con el militante, las mujeres se muestran desconfiadas ante su discurso… 

Hay algo que yo vengo escuchando mucho que es que después de la muerte de (Juan Domingo) Perón, todos sabían que se venía el golpe, ¿quiénes son todos? Si cuando fue el golpe salió Lorenzo Miguel a decir que no era cierto y tenían a los militares encima. Y después todo lo que rodeaba a Isabel, una persona de la que no se habla ni se toca, ni se le pregunta nada. Pensemos también en la sucesión de golpes de Estado que se fueron dando desde el ‘55, nadie podía medir las consecuencias de lo que ocurriría después. Creo también que no se toma dimensión de lo que fue el bombardeo a la Plaza de Mayo, por ejemplo, hasta dónde la gente común podía medir lo que se venía, porque hubo un nivel de perversidad muy grande. Y por el otro lado, hasta dónde conocía la gente el Plan Cóndor, ¿le interesaba? Son preguntas que uno se hace sobre cómo se maneja la información, cómo se configuraba la construcción del mal: ERP, Montoneros eran el mal, al margen de lo que fueron, eran los enemigos.

La toma del Viejobueno se dio en plena democracia, pero cuesta que se lo tome como un acto de terrorismo de Estado…

Mirá, mientras escribía la obra en 2015 estaban los juicios del ‘76 en adelante y a mí me parece que del ‘70 al ‘75 es muy rica la historia como para no tratarla. Hay un tema que no se habla en Monte Chingolo que fue el de los vecinos, que desparecieron o los mataron, y otros que delataron a los del ERP que se escapaban por los techos y los patios.

La obra tiene ya 6 años y sin embargo se sigue resignificando…

Sí, porque no hay propuestas que hablen de Monte Chingolo, de los ‘70s, son temas que no abundan en el teatro. No sé si la obra puede interpelar a gente que no está interesada, pero creo que hay apropiaciones muy buenas por parte de los directores, los actores y el público en general. Me parece que “Monte Chingolo” plantea una época donde existía una firmeza en el pensamiento de las personas, más allá de los resultados, que hoy no está o está en otro lado.

Monte Chingolo se presenta el jueves 27 de abril a las 20 horas en Caras y Caretas, Sarmiento 2037, Ciudad de Buenos Aires.
Ficha técnica
Autoría: Leonel Giacometto, Alejandro Viola

Actúan: Elvira Massa, Junior Pisanu, Martha Rodriguez

Vestuario: Alejandro Viola

Diseño de escenografía: Miguel Ale Granado

Diseño de luces: Leandra Rodríguez

Diseño De Sonido: Fernando Sanz

Fotografía: Andrés Espíndola, Cecilia Font Nine

Diseño gráfico: Mónica Núñez

Asistencia de dirección: Julián Rodríguez

Dirección: Alejandro Viola


[1] El 23 de diciembre de 1975, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó el Batallón Depósito de Arsenales 601 Domingo Viejobueno. Con Mario Roberto Santucho a la cabeza, el grupo intentó copar esta dependencia del Ejército para proveerse de armamento y generar una gran movilización guerrillera. Pero la operación fue filtrada y los integrantes del ERP fueron sorprendidos por los militares, quienes en pocas horas repelieron el ataque. El enfrentamiento no se restringió al batallón, sino que agentes policiales y militares buscaron a fuerza de balas a quienes habían logrado escapar y esconderse en los barrios aledaños. El copamiento provocó la muerte de 70 guerrilleros, 40 civiles, y 10 miembros de las fuerzas policiales y militares. El ataque a Viejobueno y la crisis político-económica fueron la antesala de lo que viviría el país en los tres meses siguientes.

[2] Nota en Viento Sur http://vientosur.unla.edu.ar/index.php/ataque-al-viejobueno/

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