En diálogo con Viento Sur, la doctora Ana Franchi, directora del Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos (CEFYBO) y presidenta de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología, expuso las serias dificultades a las que se enfrenta la investigadora científica para ostentar cargos de gestión, como así también el entramado de violencias existentes, en las que la brecha salarial representa solo la punta del iceberg.
¿Cómo surgió la iniciativa de crear la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología de la que sos presidenta?
En el año 95 las Naciones Unidas iban a hacer un Encuentro de Mujeres en Beijing, que se realiza cada 10 años y localmente hubo un evento preparatorio en la ciudad de Mar del Plata. Allí la neuróloga Silvia Kochen la conoce a Diana Maffía, que estaba por el tema de Ciencia y Género y cuando Silvia regresa, me pide que nos reunamos y en su casa, con mi niña pequeña durmiendo la siesta, decidimos empezar a tratar el tema de Género, Ciencia y Tecnología que en la Argentina no se conocía. Ese año estábamos casi tan mal como ahora y cuando nos acercábamos a las colegas y les contábamos que íbamos a empezar a ver qué pasaba con las mujeres en ciencia y tecnología, nos contestaban: “¿con todos los problemas que hay, vos venís con esto?”. Entonces para convencer a las líneas duras tuvimos que buscar los datos. Lo primero que hicimos fue buscar los números que mostraran cuánto ganaba una investigadora mujer comparativamente con sus pares hombres y en qué categoría se encontraban, y el resultado fue ese famoso gráfico tijera donde se mostraba que las mujeres eran mayoría en la categoría más baja y que solo había ocho mujeres en las superiores en ese momento. Ubicamos dónde estaban en las distintas disciplinas y el gráfico se reproducía aun en las disciplinas más feminizadas que eran las Humanísticas, las Sociales. Lo otro que hicimos fue preguntarnos por qué pasaba eso y decidimos entrevistar a mujeres que habían llegado a categorías altas: entrevistamos a Emma Pérez Ferreira que fue la primera presidenta mujer de la CONEA, a Juana María Pasquini que había sido la primera decana de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires y luego a una astrónoma, Gloria Dubner, que era una joven con mucha importancia en ciencia y tecnología; y ahí lo que veías era que una generación anterior a la mía, que había alcanzado lugares altos, lo había logrado sacrificando su vida personal y su vida familiar. Hicimos un estudio, por esos años, en el que observamos que la mayoría de los investigadores superiores eran casados, a diferencia de sus pares mujeres y que las que se casaban, lo hacían en general con algún colega y muchas de ellas renunciaban a tener hijos. Ahí comenzamos con la Red, después nos empezamos a conectar con colegas latinoamericanas y empezamos a hacer un estudio más regional. En el año 96 se hizo en Madrid el Primer Congreso Iberoamericano de Género, Ciencia y Tecnología y Diana Maffía viajó con nuestros números a compartirlos con otras colegas. Se trajo la sede del Congreso para el año 98 en la Argentina y ese año organizamos el Segundo Congreso en el Museo Roca, prácticamente sin financiamiento.
Es más fácil verlo en las Ciencias Sociales, aunque en estos últimos cinco años han empezado a haber muchísimos estudios de perspectiva de género y con perspectiva de género en estudios de salud, en estudios de políticas públicas, etcétera. En cambio en la ciencia experimental o en las ciencias duras es más difícil verlo y es bastante rechazado. Las áreas más difíciles para las mujeres son las de Tecnología e Ingeniería y ya en los Congresos, las investigadoras han empezado a manifestar conjuntamente aquello que les ocurre en su condición, en sus trayectos y, también, qué sucede con las más jóvenes.
¿Cambian las investigaciones cuando hay mujeres en los equipos?
Ser mujer no significa tener conciencia de género. Yo me especializo en Biomedicina que es un área de las más feminizadas, además trabajo en reproducción y en partos prematuros. Tengo un investigador, un personal técnico y todas las demás son mujeres, los varones se interesan por otros temas.
¿Las mujeres que trabajan en el ámbito científico sufren algún tipo de violencia específica en ese espacio?
Sí, está la brecha salarial y está la falta de condiciones para las investigadoras madres. La mayoría de los lugares no tienen jardines maternales y las becarias no tienen plus por guarderías, esta también es una forma de discriminación y de violencia. La licencia por maternidad de las becarias es relativamente reciente, gracias a la presencia de Dora Barrancos en el directorio del CONICET. Hay discriminaciones clarísimas en las invitaciones a mujeres a ser conferencistas, panelistas en los Congresos y, de hecho, una de las últimas medidas que tomó Dora antes de dejar el CONICET, fue que el organismo no financiara reuniones científicas donde no existiera equidad de género. Por otra parte, también existe el acoso: esta problemática no es un mito, es una realidad y han salido artículos en las revistas más importantes de Ciencia. El año pasado, para el Día de la Mujer, las investigadoras y las becarias del CENPAT, el Centro Patagónico en Puerto Madryn, hicieron una campaña con carteles que decían “a las chicas del CENPAT nos vienen diciendo” y, lo cierto, es que eran cosas muy complicadas. Cosas por el estilo siguen pasando, quizás más disimuladas, pero la discriminación y el acoso existen.
En este aspecto, entonces, quedan muchos desafíos por alcanzar en la Ciencia y en la sociedad, ¿no?
Como dice Dora Barrancos: “las mujeres tienen que darse cuenta que no es un problema personal, sino que es un problema político” y es a partir de ahí, donde empezarán a generarse demandas de guarderías para las madres, la presencia de mujeres en conferencias y en las ponencias. Hace poco una investigadora extranjera, participante de un Congreso, me preguntaba cómo podía ser que fuera la única investigadora mujer seleccionada. Otra cuestión es el acceso a becas externas, ya que las investigadoras madres que no pueden viajar, ven perjudicadas sus carreras.
Otro tema importante es el de los cargos de gestión. Las mujeres constituyen más del 60 por ciento de egresados universitarios y casi el 60 por ciento del plantel docente se compone de mujeres; sin embargo, solo el 11 por ciento de los rectores del todo el país son mujeres; esta universidad es una excepción. En el CONICET hay un 53 por ciento de investigadoras y solo el 25 por ciento de sus Institutos están dirigidos por mujeres. El directorio tiene una sola mujer, entre nueve miembros.
Adentrándonos en temas más concretos, ¿por qué pensás que la ANMAT tardó tres años en autorizar el uso de Misoprostol con fines ginecológicos en abortos legales?
Ahí hay presiones políticas y que pasan por las iglesias también. El Misoprostol aparece en la Argentina hace más de 30 años, dentro del famoso Oxaprost, un antiinflamatorio que trae el Misoprostol para proteger la mucosa gástrica y tardó mucho en aceptarse, porque se sabía que era plausible de utilizar en la interrupción del embarazo. Aquí hay presiones de grupos conservadores y de derecha, claramente, pero la semana pasada tuvimos un gran triunfo, ya que un laboratorio público, el Laboratorio Industrial Farmacéutico (LIF) de Santa Fe, que ya lo fabricaba bajo estrictas normas, va a empezar a suministrarlo en hospitales, lo cual baja muchísimo su costo. Cuando se aprueba el Misoprostol (Oxaprost), costaba un 14 por ciento de un sueldo mínimo y ahora es más de la mitad, lo que lleva a que muchas mujeres vuelvan a hacerse abortos con métodos inseguros, con alto riesgo de muerte o pérdida de la fertilidad.
De aprobarse la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo ¿creés que la cantidad de abortos disminuirían?
Cuando se aprobó la Ley de Divorcio decían que todos iban a salir a divorciarse, lo que no ocurrió, y ahora bajo ningún concepto van a salir todas las mujeres a abortar. En este momento, ya existen 500 mil abortos anuales en la Argentina que tienen que ser seguros y, además, nadie quiere llegar a eso, primeramente queremos políticas de anticoncepción, tanto educativas como de suministro de las mismas. El aborto es la última opción, no es la primera. En países donde el aborto es legal como Uruguay, Francia o Italia, bajó muchísimo la tasa; por el contrario, donde existen lugares clandestinos de aborto, el único interés que puede existir es que las mujeres sigan abortando.
Mujeres con conciencia
Silvia Kochen es una neurocientífica argentina, Investigadora Principal del CONICET y su campo de trabajo es el manejo de la epilepsia y los trastornos cognitivos. Junto con Ana Franchi es una de las fundadoras de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología. Kochen es directora de la Unidad Ejecutora de Estudios en Neurociencia y Sistemas Complejos (ENyS, CONICET-HEC-UNAJ) y dirige el Centro de Epilepsia de los hospitales Ramos Mejía y El Cruce.
Emma Pérez Ferreira fue una importante física, pionera en el campo informático, que se desempeñó en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Fue directora del proyecto RETINA (Red Teleinformática Académica), que buscaba enlazar y comunicar computadoras entre universidades: una red académica anterior a la red comercial de Internet. En 2003 recibió una mención especial en los Premios Konex Ciencia y Tecnología. Falleció en el año 2005, a la edad de 80 años.
Juana María Pasquini es Investigadora Superior del CONICET. Mención Especial por Trayectoria en los Premios Konex 2013, su actividad se desarrolla en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la que fue Decana entre 1986 y 1990. Es Profesora Emérita en el Departamento de Química Biológica. Forma parte del Instituto de Química y Fisicoquímica Biológica IQUIFIB. Participó en la conformación del Grupo de Investigación en Biología de la Mielina, reconocido internacionalmente. Publicó más de 100 trabajos en revistas y dictó conferencias internacionales.
Diana Maffía es una reconocida filósofa y otra de las fundadoras de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología y de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía. Dirigió proyectos de investigación, tesis de doctorado y maestría. Publicó varios libros y es autora de numerosos artículos. Se desempeñó como Defensora Adjunta del Pueblo (1998-2003) y como Diputada, ambas en CABA (2007-2011), siendo distinguida cada año con el premio “El Parlamentario” por su labor legislativa. Desde 2012 dirige el Observatorio de Género en la Justicia dependiente del Consejo de la Magistratura de CABA. Recibió el Premio Dignidad, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (2001) y Medalla del Bicentenario del Gobierno de la Ciudad (2010).
Gloria Dubner es astrofísica, ex directora del Instituto de Astronomía y Física del Espacio, e Investigadora Superior en CONICET y el IAFE. Su área de estudio principal son las supernovas. Es miembro activo de la Unión Astronómica Internacional. Se desempeña como directora del grupo de Supernovas y Medio Interestelar en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio, desde donde realiza colaboraciones con científicos internacionales y publica sus estudios en revistas de ciencia tales como The Astrophysical Journal Letters.
Imágenes: Colectiva de Mujeres Trabajadoras del CENPAT.
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