Francisco y el camino hacia una nueva “síntesis vital”

Se cumplen diez años de la elección de Francisco como Papa. Un 13 de marzo de 2013 la Plaza de San Pedro se transformó en el epicentro de una fiesta religiosa y social mundial a la que asistió una gran multitud. Hasta allí, nada que sorprenda en demasía, pues en la tradición eclesial romana se trata de un anuncio al que las y los católicos están acostumbrados aunque no se desarrolle tan frecuentemente, ya que un Papa no se elige todos los días. Sin embargo, el elegido por el colegio cardenalicio no fue un italiano, ni siquiera un europeo sino un latinoamericano, un argentino. Ello representó —y seguirá representando— un hito más que significativo para las y los cristianos católicos pero también para la humanidad en su conjunto.

En efecto, no es un dato menor que el líder la Iglesia católica provenga —por primera vez— de Latinoamérica, o de “Nuestra América” como la llamó Martí, o de nuestra “Patria Grande” como la llamó Ugarte, o de nuestra “Abya Yala” (tierra de la madurez), nombre ancestral que adoptaron muchas culturas originarias. Nuestra tierra expresa a lo largo de la historia un derrotero de encuentros y “encontronazos” que dieron lugar a un mestizaje cultural complejo y desafiante. Este mestizaje no desconoce el conflicto que implicó el avasallamiento de los pueblos durante el período colonial, pero reconoce que la mezcla intercultural ha posibilitado una nueva configuración y un nuevo modo de comprender la comunidad en la diversidad.

Después de un tiempo considerable en que un Papa latinoamericano ha presidido la Iglesia y teniendo en cuenta que se trata de un “jefe de Estado” con una gestión llena de labores y retos de gran porte, vale la pena realizar algunos balances y reflexionar sobre la práctica, como diría Ana Jaramillo. Sin embargo, no se trata de evaluar técnicamente el recorrido sino también y, sobre todo, de comprender y aprender del camino trazado y transitado. No es pretensión de este artículo ensayar tamaña tarea pero sí aportar al debate en torno a los diez años del pontificado de Francisco. Cabe señalar que en gran medida lo que se comparte aquí es fruto del intercambio con muchas y muchos docentes investigadores, graduados, estudiantes y trabajadores de la UNLa con quienes venimos recorriendo una senda de indagación y discusión[1].    

A tal fin proponemos una hipótesis que afirma que Francisco trabajó desde el inicio de su pontificado en pos de la construcción de comunidad en lo local, lo nacional y lo internacional teniendo como experiencia de base la cultura popular latinoamericana y su “matriz unificadora” —como propone Amelia Podetti[2]— o su “mestizaje cultural”. En esta línea, la propuesta de “concebir al planeta como Patria y a la humanidad como pueblo que habita una casa de todos” (Laudato Si, 164) se presenta como una idea fuerza que ha tratado de vivenciar y divulgar a lo largo de estos diez años, recorriendo un camino hacia una nueva “síntesis vital” —como diría Scannone[3]— que posibilite la unidad en la diversidad.

Francisco  y la construcción de comunidad

En una conferencia de prensa brindada en el marco de la visita apostólica a México en febrero de 2016, específicamente en el vuelo de regreso a Roma, Francisco sostuvo que la palabra “pueblo” no se podía explicar en términos lógicos y que se trataba de una “categoría mítica”. Como ya señalamos en otros artículos[4], esto se debe en gran medida a la influencia de Rodolfo Kusch[5] en su pensamiento, algo que explicita en una entrevista posterior[6] y luego plasma en su última encíclica Fratelli Tutti. Lo cierto es que en esa conferencia de prensa de 2016, hablando del pueblo mexicano, su historia y su riqueza, Francisco ya había anticipado lo que luego iba a dejar por escrito. Sin embargo, las interpretaciones fueron variadas: incluso el propio L’Osservatore Romano tradujo categoría “mística” y no “mítica”. Ello se explica, en parte, dada la novedad de la definición para el mundo europeo y occidental no latinoamericano.

Lo nuevo de esa expresión radica en el bagaje de experiencias de los pueblos latinoamericanos así como en las vivencias comunitarias de las que el propio Bergoglio formó parte como argentino. Seguramente detrás de esa comprensión de “pueblo” como categoría mítica se oculta un sinfín de encuentros en las villas y los barrios populares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde desarrolló su pastoral como arzobispo entre 1998 y 2013), las distintas fiestas religiosas de San Cayetano en Liniers, las experiencias de comunidad transitadas con sus hermanos obispos y junto a tantas laicas y laicos en el marco del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) —sobre todo en la V Conferencia realizada en Aparecida[7] en 2007, donde tuvo un rol más que protagónico como presidente de la comisión de redacción del documento conclusivo—, y tantas festividades populares celebradas como sacerdote y como obispo a lo largo y a lo ancho de “Nuestra América”.  

Sostener que no se puede comprender el pueblo como categoría lógica es desocultar la experiencia vital de las comunidades en su devenir histórico. Se trata de ponerle palabras a ese deseo y trabajo constante de su pontificado de construir comunidad en la diversidad. Además, es repensar los parámetros y criterios desde donde construir la unidad, pues lo que se resalta es la presencia de las y los pobres, excluidos y descartados del sistema que buscan organizarse y dar respuesta a la situación. Prueba de ello son sus encuentros con los movimientos populares, cargados de una esperanza inusual y de una potencia comunitaria más que significativa. Lo que se destaca es la construcción de alternativas comunitarias “desde la periferia hacia el centro” y “desde abajo hacia arriba”. En términos filosóficos, lo que se revela en el pensamiento y la acción de Francisco es su pasión por lo que Kusch, Cullen y Scannone[8] denominaron “nosotros estamos”, es decir la experiencia propia de la sabiduría de los pueblos que se configura en América Latina a partir de la conjunción del sentido comunitario indígena, la cultura ibérica y la tradición popular criolla. Esta experiencia mestiza de comunidad compleja es la que, a nuestro juicio, se expresa con claridad en el itinerario político y pastoral del Papa Francisco.  

Hacia una “síntesis vital”: la “fraternidad abierta” y el mestizaje cultural como estrategia

En la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe[9] del 2021, Emilce Cuda —teóloga argentina y actual Jefa de Oficina de la Pontificia Comisión para América Latina del Vaticano— sostuvo que para Francisco “la unidad es la estrategia”[10]. En contrapartida de lo que se suele enseñar en la gerencia privada donde primero es la estrategia (qué y cómo hacerlo) y luego la unidad (quiénes y con qué funciones), Francisco sostiene que el liderazgo cristiano para estos tiempos implica que la unidad es primero en términos existenciales y prácticos, o sea que la propia estrategia es la unidad. Dicha unidad implica el concepto de “fraternidad abierta”; abierta al diálogo intercultural y a la construcción colectiva respetando las identidades y las diferencias sin suprimirlas. Incluso —señala Cuda— Francisco afirma de manera categórica con una expresión bien argentina y sobre todo porteña: “o nos unimos o nos hundimos”. Por ello, el contenido y el para qué de la unidad de la que habla Francisco tiene un componente eminentemente latinoamericano: el denominado nuevo mestizaje cultural.

No se trata del mestizaje fundacional que se dio en el marco de la colonización y de diversas experiencias de encuentro intercultural entre los pueblos indígenas y la cultura cristiana (como las reducciones jesuíticas), sino de un nuevo intercambio y configuración de experiencias desde un sujeto comunitario: el nosotros de los movimientos y organizaciones de base. Ese nuevo mestizaje es una “respuesta popular práctica”, una “estrategia popular” de los colectivos y movimientos que le hacen frente a un sistema de injusticia que excluye y descarta. Es, en definitiva, una nueva “síntesis vital” que recupera lo rico de cada cultura y que busca generar comunidad como contrapartida del individualismo propio de “un sistema que ya no se aguanta”.

Asumir la unidad como estrategia es asumir el mestizaje cultural como estrategia, es reconocer la “matriz unificadora” americana capaz de promover una síntesis vital que no ahogue ni subsuma las diferencias. A eso se refiere Francisco cuando afirma:

“(…) una sana apertura nunca atenta contra la identidad. Porque al enriquecerse con elementos de otros lugares, una cultura viva no realiza una copia o una mera repetición, sino que integra las novedades ‘a su modo’. Esto provoca el nacimiento de una nueva síntesis que finalmente beneficia a todos, ya que la cultura donde se originan estos aportes termina siendo retroalimentada. Por ello exhorté a los pueblos originarios a cuidar sus propias raíces y sus culturas ancestrales, pero quise aclarar que no era mi intención proponer un indigenismo completamente cerrado, ahistórico, estático, que se niegue a toda forma de mestizaje, ya que la propia identidad cultural se arraiga y se enriquece en el diálogo con los diferentes y la auténtica preservación no es un aislamiento empobrecedor. El mundo crece y se llena de nueva belleza gracias a sucesivas síntesis que se producen entre culturas abiertas, fuera de toda imposición cultural” (Fratelli tutti, 148). 

Por lo dicho, consideramos que para leer a Francisco y reflexionar sobre su práctica en estos diez años como Papa, es preciso tener en cuenta que su pensamiento es situado; se abre al mundo desde América Latina de manera accesible y humilde aunque de forma clara y contundente. Francisco es fruto de una “fraternidad abierta”[11], de una unidad de la diversidad, de un mestizaje cultural. Así, su camino como Papa es una constante búsqueda hacia una síntesis vital que permita concebirnos como un pueblo sin renunciar a la diversidad, lo que denomina “un poliedro”. Desde esta concepción es preciso comprender sus prácticas y sus propuestas: los encuentros con los movimientos populares, la llamada sinodalidad[12] (aprender a caminar juntos desde la escucha atenta de los otros para construir alternativas como un pueblo), las asambleas dentro de la Iglesia (sobre todo la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe como ámbito superador de las conferencias episcopales), la continuidad y ampliación de lo realizado por sus antecesores en materia de diálogo interreligioso, y todas las iniciativas en pos de hacer más horizontal la construcción y conducción política de las comunidades.


[1] Particularmente en el marco del proyecto “El humanismo cristiano iberoamericano y el mestizaje cultural en el pensamiento de Francisco. Sus consecuencias en los debates académicos y en la práctica social y política”. Director: Matías Mattalini. Investigadores: Martha Arriola, Facundo Di Vincenzo, María Alejandra Olivarez, Mauro Scivoli, Claudia Sanguinetti. Adscripta graduada: Lucía Ferrario. Adscripto estudiante: Nicolás Ventura. Convocatoria UNLa Amílcar Herrera 2021. Nº de proyecto: 80020210100006LA

[2] Ver: Podetti A. (2015). La irrupción de América en la historia. CABA. Ediciones Capiangos.

[3] Ver: Scannone J. C. (2009). Discernimiento filosófico de la acción y la pasión históricas. Planteo para  un mundo global desde América Latina. Barcelona: Anthropos; México: Universidad Iberoamericana.

[4] Ver: http://vientosur.unla.edu.ar/index.php/francisco-el-papa-y-el-pueblo/

[5] Rodolfo Kusch fue un filósofo argentino que puede ubicarse dentro de la corriente de la filosofía de la liberación. Su investigación sobre el pensamiento indígena y la cultura popular urbana le permitieron realizar un aporte significativo al pensamiento americano y descubrir un horizonte de comprensión propio de América: el “estar”.

[6] Spadaro A. SJ (2017). “Las huellas de un pastor. Una conversación con el Papa Francisco”. En: Bergoglio J.M. – Papa Francisco. En tus ojos está mi palabra. Homilías y discursos de Buenos Aires (1999-2013). Madrid. Publicaciones Claretianas. pp. 24-25 

[7] Ver documento conclusivo en: https://www.celam.org/aparecida/Espanol.pdf

[8] Los tres autores son filósofos y representantes de la corriente filosófica de la liberación. Hay algunos estudios que plantean un hilo conductor entre los tres y una “filosofía del pueblo” emergente de sus planteos acerca del “estar siendo”, el “nosotros estamos” y el “mestizaje cultural”. Ver: Fresia I. A. (2018). “La filosofía de la liberación como filosofía del pueblo. La experiencia del grupo argentino: la línea Kusch, Cullen, Scannone”. Cuadernos de Filosofía LatinoamericanaVol. 39, Nº. 118.

[9] No podemos desarrollar en este artículo la riqueza que implicó la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe pero invitamos a conocer su desarrollo en: https://asambleaeclesial.lat/

[10] Ver: https://www.youtube.com/watch?v=ZaSpTlM-nEQ

[11] Sobre el tema de la “fraternidad abierta” comparto un artículo escrito con antelación: Mattalini M. (2021). “La Parábola del Buen Samaritano y la sorfraternidad universal desde América Latina”. Allá ité. http://revistaallaite.unla.edu.ar/142/la-par-bola-del-buen-samaritano-y-la-sorfraternidad-universal-desde-am-rica-latina

[12] Para una mayor comprensión del término ver: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2022-05/francisco-videomensaje-asambleaplenariadelacal-2022.html

Artículos Relacionados

Hacer Comentario