Un Nacionalismo Científico como solución frente a la lucha de clases

  1. Dos aclaraciones (imprescindibles) sobre José Ingenieros

El pensador Nacional Arturo Jauretche (Lincoln, 1901-1974), frecuentó en su juventud los espacios promovidos por el médico, psiquiatra, filósofo, historiador y sociólogo José Ingenieros (Palermo, Italia 1877- Buenos Aires 1925), y nos dejó una serie de impresiones fundamentales para comprender su concepción política y filosófica. Escribe Jauretche: “Fui antiimperialista al estilo de la época y le comía los hígados al águila norteamericana que andaba volando por el Caribe. Los ‘maestros de la juventud’ nos tenían buscando el plato volador en el cielo, mientras el león británico comía a dos carrillos sobre la tierra nuestra… ¡Qué fácil era entonces hacer antiimperialismo! […] Por supuesto que todo ello con el beneplácito de la Royal Dutch Shell, de los ferrocarriles y de los abogados argentinos al servicio del capital inglés… Recién luego, con Scalabrini Ortiz, descubrí que el antiimperialismo puede ser también un instrumento del imperialismo.[i]” Ingenieros no fue un pensador nacional y profeso un antiimperialismo que, como señala Jauretche, fue instrumental al imperialismo británico. De hecho, tras más de diez años estudiando su obra y con una tesis doctoral aprobada (USal, 2021) sobre su concepción política a cuestas, considero que fue un pensador eurocéntrico, un positivista ecléctico, como lo definió el filósofo Oscar Terán, pero ese eclectisismo nunca logró cruzar el Atlántico Norte hacia América. Incluso, como intentaré demostrar en este texto, su nacionalismo no es un nacionalismo arraigado en el folklore, historia, memoria o costumbres argentinas, sino que es un nacionalismo científico: en pocas palabras, es el método científico el que lo lleva a la conclusión sobre que, hacia el año 1913, Argentina debía constituirse en una Nación y desde su Estado impartir un pensamiento nacionalista para sus habitantes. 

La segunda aclaración va destinada a los usos y lecturas de la obra de Ingenieros realizados por los y las historiadoras de la corriente llamada “Historia de las ideas en Argentina” (Elías Palti, Beatriz Sarlo, Oscar Terán, Carlos Altamirano, Leticia Prislei, Mariano Ben Plotkin, entre tantos otros y otras), quienes se han cansado de afirmar que el evolucionismo, determinismo, racionalismo y progresismo de Ingenieros (hoy debería leerse como una concepción racista de la Historia de la Humanidad) era un “clima de época” o “algo propio de su tiempo”. Lamentablemente los intelectuales de esta corriente omitieron un centenar de autores iberoamericanos que escribieron en los mismos años en los cuales vivió Ingenieros, autores que llevaron a cabo sus obras sin por ello caer en el positivismo y evolucionismo que emanaba del Atlántico Norte. Ni Manuel Ugarte, Víctor Raúl Haya de la Torre, José Vasconcelos, Rufino Blanco Fombona, Franz Tamayo, Prudencio Bustillo, Jaime Mendoza, José Martí, Enrique Gómez Carrillo, Pedro Henríquez Ureña, por mencionar algunos, fueron racistas a la europea; tampoco promovieron un nacionalismo de raigambre científica como el que propuso Ingenieros.

El caso de José Ingenieros nos demuestra que las ideas, categorías, nociones, conceptos y concepciones que en la superficie pueden parecer una cosa o tener una valoración positiva en su contexto, en una coyuntura específica, en el fondo pueden significar otra cosa y tener, en realidad, una valoración negativa si ampliamos la mirada a nivel espacial y temporal. Frente a este tipo de problemas el pensador y filósofo nacional Alberto Buela (Buenos Aires, 1946), nos advierte que debemos mirar allá de la coyuntura, más allá de la política para comprender la verdadera esencia de las ideas, por eso habla de “comprender la metapolítica”. ¿Qué es la metapolítica? Dice Buela: “Como su nombre lo indica en griego thá methá politiká, la metapolítica es la disciplina que va más allá de la política, que la trasciende, en el sentido de que busca su última razón de ser. Es una disciplina bifronte pues es filosófica y política al mismo tiempo. Es filosófica en tanto que estudia en sus razones últimas las categorías que condicionan la acción política de los gobiernos de turno, pues ‘entiende la política desde las grandes ideas, la cultura de los pueblos, los mitos movilizadores de la historia’. Y es política, en cuanto busca con su saber, crear las condiciones ‘para suplantar a los gobernantes y mantenedores de la presente conducción’, según palabras de Max Scheler.[ii]

  1. Introducción al tema

El médico, psiquiatra, filósofo, historiador y sociólogo José Ingenieros (Palermo, Italia 1877- Buenos Aires 1925), en su libro La evolución sociológica argentina. De la barbarie al imperialismo de 1910, escribió sobre los problemas sociales de su tiempo. También sostenía allí que la sociología era la ciencia que planteaba un estudio científico de estos problemas y, en este sentido, era la ciencia destinada a resolverlos en un futuro. Tres años después, en otra edición del libro, esta vez titulada Sociología Argentina, advierto que Ingenieros no solo mantiene estas tesituras, sino que profundiza el estudio de los problemas sociales; incluso agrega un capítulo final con 120 páginas titulado “Socialismo y legislación del trabajo”, en el que analiza detenidamente aspectos puntuales de los problemas sociales argentinos.

Por otra parte, noto que en el libro se abordan temas que ya habían sido estudiados por José Ingenieros en textos tales como De la barbarie al Capitalismo, Los sistemas de producción en la evolución de las sociedades humanas, en La evolución del socialismo en Italia y en La evolución sociológica argentina. En esta medida, encuentro que Ingenieros sostiene la ligazón entre evolucionismo, el Estado y la idea del progreso económico, social y político como en el libro anterior de 1910. En otras palabras, progreso y formación de un Estado Nación, para Ingenieros vuelve a aparecer como parte de una misma evolución histórica de la humanidad.

También observo que en Sociología Argentina de 1913 José Ingenieros vuelve a presentarse como un sociólogo que estudia los problemas de su presente: ahora bien, a diferencia del libro de 1910, le dedica una extensa parte a un Proyecto de Ley de Trabajo en el que él mismo participó, demostrando de esa manera que como sociólogo científico ha intervenido en la realidad social para transformarla en una sociedad mejor.  

Me interesa señalar que en el momento en que expone su participación en este Proyecto, intentando defender su posición y el Proyecto mismo, se detiene en explicar qué tipo de sociología propone. En consecuencia, José Ingenieros se plantea la necesidad de hablar del socialismo o, más bien, de explicar qué es el socialismo. Evidentemente, hay otras interpretaciones del socialismo a las que él no adhiere; ideas asociadas al socialismo de partido político, más precisamente, ideas que difundían los líderes y militantes del Partido Socialista Argentino.

  1. El Socialismo del Partido Socialista Argentino y el socialismo de Ingenieros.

Observo que, para Ingenieros, el socialismo se une estrechamente con la ciencia, incluso se preocupa por demostrar que hacer sociología es también hacer socialismo; en este sentido, propone otra definición del socialismo que no se vincula con la que se difunde desde el Partido Socialista Argentino. Dice Ingenieros:

            “Así comprendido, el socialismo no puede identificarse con ninguna acción                    política estrecha y sectaria, ni puede monopolizarlo ningún partido. No es                                  un invento filantrópico de los ricos en favor de los pobres, ni es un invento               de los pobres que anhelan vivir mejor: es un hecho, una realidad de la                                evolución social, que los ricos combaten sin comprenderla y los pobres                           defienden comprendiéndola menos. Y así debe ser. Si es una verdad                                    sociológica, una demostración científica, claro está que no puede saberla el             ingenuo rentista ahogado en millones ni el escuálido proletario analfabeto[iii].”

En estas líneas como en otras partes del libro de 1913, encuentro que José Ingenieros plantea una serie de temas relacionados con la sociología que el propone.

En primer lugar, el socialismo es considerado como parte de la evolución de la humanidad en materia de ciencia y conocimiento. Tras un paso “inflexible” que Ingenieros relaciona como resultante de la influencia generada por el marxismo, el socialismo, dice, “se ha depurado”; se presenta dice “como interpretación positiva del movimiento social contemporáneo.” Subrayo aquí que con el término “positiva” Ingenieros desplaza al socialismo de la lógica facciosa, militante, partidaria, y pasa a convertirse en un hecho, una realidad.

En segundo lugar, en tanto positivo, para Ingenieros el socialismo es un conocimiento que mira hacia el futuro y, en esta medida, es incomprensible sin el futuro. Se constituye como algo más que una ciencia. El sociólogo francés Emile Durkheim, en unos cursos dictados en Burdeos entre 1895-1896 y publicados recién en 1928, definía al socialismo de una manera similar; decía: “El socialismo es, por encima de todo, un plan de reconstrucción de las sociedades actuales, un programa de vida colectiva que no existe todavía, por lo menos, tal como se ha ideado, y que se ofrece a los hombres como deseable. Es un ideal[iv].” En consecuencia, en tanto ciencia e ideal, el socialismo demanda un plan de acción desde el Estado.

En un mismo sentido, advierto que la tendencia de José Ingenieros a considerar al socialismo como “una acción positiva” explica su participación en proyectos que presenten, desde su mirada, beneficios para la sociedad. En relación al Proyecto escribe Ingenieros:

            “El ministro Joaquín V. González, cuya tradición de intelectual y de                                             estudioso explica su actuación política, ha sometido a la aprobación del                         Congreso Argentino, con el nombre de «Ley Nacional del Trabajo», un                                verdadero Código Obrero; así cabe clasificarlo si han de tenerse en cuenta                su concepto fundamental, su extensión y la coordinación sistemática de las                    materias que legisla. El proyecto está precedido por un mensaje del Poder                    Ejecutivo; cuando el tiempo dé su justo valor a las iniciativas de política                         científica, ese mensaje será uno de los documentos más interesantes                             producidos bajo la segunda presidencia de Roca, pues enuncia y plantea                               las causas y caracteres del problema obrero, cuya solución legal intenta.                                […] En primer término la necesidad de: conformarse a ciertas exigencias de            la civilización moderna, que imponen prestar oído a las justas                                         reclamaciones obreras, consecuencia natural del desenvolvimiento                                económico capitalista, satisfaciéndolas mediante una completa y avanzada                   legislación social. En segundo lugar la necesidad de prevenir ciertos                         conflictos obreros, que recientemente habían asumido formas tumultuarias                     y causado perjuicios graves a los intereses generales del país, sin distinción      de clases, perjudicando al mismo tiempo a los capitalistas y a los                                               proletarios[v].”

Observo en este párrafo que José Ingenieros demuestra que las reformas implementadas desde los Estados Nación, con la debida asistencia de personalidades como él —en otras palabras, de un sociólogo científico socialista—, pueden ser superadoras de la lucha de clases; es más, observo que a diferencia de lo que suele considerase respecto de las ideas socialistas, en este libro Ingenieros no justifica la lucha de clases, más bien todo lo contrario. ¿Cómo es esto?

En Sociología Argentina de 1913, encuentro que la lucha de clases es considerada como un enfrentamiento inútil, un obstáculo para el desarrollo del país, ya que se produce entre sectores que comparten los mismos intereses. Ingenieros considera que los “intereses generales del país” se encuentran por encima de los intereses de las clases sociales. Esta afirmación cobra una relevancia aún mayor si se tiene en cuenta el momento particular en el cual habla: Ingenieros lo señala cuando alude a “formas tumultuarias”. Destaco especialmente esta concepción frente a los sectores del mundo de las izquierdas (anarquistas y socialistas) quienes hacia la época no dudaban en definir a “capitalistas” y “proletarios” como sectores irreconciliables, enemigos, antagónicos.

En Sociología Argentina de 1913, “capitalistas” y “proletarios” aparecen como partes de un mismo organismo. Observo que este concepto se relaciona directamente con la definición del socialismo que él plantea, ya que lejos de considerar que el socialismo se trata de una ideología concreta con postulados definidos, el término se liga a la idea de una doctrina práctica para el desenvolvimiento y evolución de capitalistas y proletarios al mismo tiempo. Por otra parte, advierto que para Ingenieros, la evolución de la sociedad argentina va a ser posible solo si estos sectores de la sociedad dejan sus funciones productivas (económicas) bajo la supeditación consciente de los centros dirigentes de dicha sociedad, en otras palabras, el Estado con sus instituciones.

En resumen, no solo José Ingenieros negaba la necesidad de eliminar clases sociales (burgueses – capitalistas – terratenientes), sino que también desestimaba las tesituras marxistas y anarquistas en las que el “conflicto de clases” adquiría una importancia fundamental. Desde su concepción, estimaba que la suerte de los proletarios mejoraría como consecuencia de la reforma del sistema social a implementar desde el Estado. Desde esta perspectiva, el Estado absorbe y readecua los problemas entre los diferentes sectores de la sociedad, en definitiva, supera al “problema obrero” o “cuestión social”, gracias a la posibilidad de mirar más allá de los intereses de cada una de las partes en su objetivo de proteger los intereses colectivos contra determinadas influencias de intereses particulares y/o internacionales. Afirma José Ingenieros en Sociología Argentina de 1913:

            “La teoría de la lucha de clases, en su forma absoluta y sencilla, es                                 accesible a los propagandistas, ignorantes y simpática a las masas; ya se                        ha señalado que parte de premisas falsas. No hay una burguesía y un                            proletariado, ni existen dos intereses, ni estos son siempre y                                           necesariamente antagonistas. La actividad económica de un país crea                            intereses diversos, propios de los terratenientes, los industriales, los                               comerciantes, los especuladores, y crea intereses diversos                                                          correspondientes a los obreros industriales, a los agricultores, a los                                medianeros, a los pequeños propietarios[vi].” 

Como he intentado demostrar, en este libro de 1913 Ingenieros habla de un socialismo que no es el socialismo de partido político, sino que habla de un socialismo que se cimenta en el colectivo nacional y se relaciona con una idea de sociedad como organismo integrado gracias a la acción positiva generada por la nacionalidad argentina.

En definitiva, para José Ingenieros es el nacionalismo argentino el elemento que debería resolver el problema social imperante accionando como una fuerza motivadora de cooperación entre las clases sociales, tanto capitalistas como proletariados. Afirma José Ingenieros:

            “La cooperación de todas las clases es una necesidad para los fines de                           utilidad común: el aumento de la riqueza y del bienestar nacional, que a                         todos beneficia. La cooperación del proletariado con fracciones                                              evolucionadas de la burguesía es posible, toda vez que puede tener                            intereses paralelos o sinérgicos. La cooperación del proletariado a la acción        política de la fracción que menos lo perjudica contra la que más lo                                             perjudica, es lógica. La acción independiente del proletariado solo se                             impone para gestionar aquellos intereses que le son exclusivos y que                               pueden ser antagonistas con los de todas las demás clases sociales; en                           este caso, y solo en este, hay verdadera lucha de clase y política de clase                     en el sentido marxista[vii].”

Encuentro que Ingenieros articula esta idea sobre la cooperación entre las clases sociales (capitalistas y proletarios) con otro elemento, de índole internacional: más precisamente, sitúa a la Argentina en la división internacional del trabajo y frente al imperialismo militarista y agresivo de los países europeos y de los Estados Unidos. Observo que la posibilidad de identificar el lugar de la sociedad argentina en el mundo le permite a José Ingenieros ponderar un interés nacional que debe ser mayor que el particular o de clase social.

  1. Una política socialista y nacionalista como solución frente a la lucha de clases

Advierto que para Ingenieros aquello que llama “interés general” o “nacionalidad argentina” es también una línea ideológica y/o un movimiento cultural, social, económico y político, que se dirige hacia la construcción de un ideario (sistemático) y que apunta a la conformación y consolidación del país, tanto en su aspecto económico como político y cultural (todos estos componentes integralmente unidos). Dice José Ingenieros:

            “El nacionalismo asume caracteres de sentimiento colectivo cuando las                         naciones son ricas, trabajan más que las otras y se enriquecen más; las                                    cifras de sus presupuestos, el monto de su producción y la cuantía de sus                        cambios comerciales dan la medida de su potencia y la razón de su                                  primado. Manteniéndonos en la órbita del problema general, podemos                         afirmar que en el proceso pueden distinguirse dos fases: primera, el                              crecimiento de la potencialidad económica corre parejo con el aumento de                  la población y la expansión territorial, determinando un estado de espíritu                                que es su reflejo; segunda, ese estado psicológico se concreta en una                          doctrina, encuentra sus hombres representativos y orienta una acción                             colectiva. El problema de la política imperialista afecta, y muy de cerca, los                   destinos inmediatos de muchos países sudamericanos. Su actual                                     independencia es cuestión de forma antes que de hecho; han salido de la                                  dominación ibérica para convertirse en colonias económicas de las                                            naciones europeas y estar amenazados por la inminente tutela yanqui.                           Ciertas repúblicas de la América latina solo existen para las grandes                               potencias en el mismo concepto, de buenos clientes, que los territorios                            coloniales de Asia, África y Oceanía. El porvenir planteará problemas que                           modificarán la situación. La política de los grandes Estados, que hoy                                asienta sus focos en Alemania e Inglaterra, se ha dislocado ya hacia los                         Estados Unidos y parece que llegará a tener un nuevo centro de energía en       el Japón[viii].”

Advierto que Ingenieros descree del internacionalismo socialista impulsado por Karl Marx y Frederic Engels y apoyado por la mayoría de los Partidos Socialistas del mundo. El mismo Ingenieros en este libro se encarga de sentar las bases de su antiinternacionalismo socialista; dice:

            “Conviene, pues, al socialismo renunciar a ciertas exageraciones violentas,                   otrora exigidas por las masas como condición de su aplauso y de sus votos.       […] los sociólogos socialistas conocen y afirman la necesidad de favorecer,                    en general, el advenimiento y la realización completa, del régimen                                             económico capitalista, como condición previa e indispensable para toda                                evolución ulterior. En las fases parciales de la acción socialista                                       encontramos transacciones semejantes. El antimilitarismo sistemático cede                  ante un discreto oportunismo; los más violentos tribunos callan ante la                          inminencia de cuestiones internacionales que ponen en jaque graves                              intereses económicos de todo un país, inclusive los del proletariado. El                                  internacionalismo se convierte en bonito penacho, siempre que no contraste      con los sentimientos y conveniencias de la nación[ix].”

En este punto me interesa detenerme para analizar pormenorizadamente a qué hace referencia en estas líneas, cuando José Ingenieros habla de “fases iniciales” o “fases parciales”.

Observo que Ingenieros entiende el desarrollo y desenvolvimiento de la humanidad a partir de las fases de la historia de la humanidad planteadas por Augusto Comte. En otra parte de Sociología Argentina de 1913 lo señala claramente; dice Ingenieros:

            “El pensamiento humano, para llegar a una interpretación exacta de la                         realidad en cualquiera de sus manifestaciones fenoménicas, suele                                         atravesar distintas etapas, verdaderos períodos. Antes de arribar a la                         intelección científica de un fenómeno pasa por interpretaciones teológicas y            dialécticas. Esta es una de las pocas verdades esenciales que nos ha                               legado Augusto Comte, cuyas mejores intenciones sociológicas                                       naufragaron en el caos de sus postreras divagaciones. Todos los modos del        conocimiento atraviesan por tres períodos progresivos.[x]

Siguiendo a Augusto Comte, Ingenieros afirma que la evolución de humanidad no se manifiesta a través del progreso material, ni por las formas de gobierno, menos aún por el poder territorial real o virtual de algunos países sobre otros.

En Sociología Argentina de 1913, afirma que la evolución de la humanidad se expresa a través de los estados de conciencia, del espíritu que impera en la sociedad.

Observo que para José Ingenieros, el individuo, como otras especies, pasa sucesivamente por tres fases diferentes, caracterizadas por Comte como tres sistemas o métodos de filosofar. Métodos que, a la vez, se excluyen recíprocamente. El estado teológico o ficticio, aquel en el cual se resuelve todo en forma imaginaría, por la ficción de las voluntades arbitrarias de los seres sobrenaturales. El estado metafísico o abstracto, en el que se resuelve todo por fuerzas abstractas o “entidades” que, en realidad, son meramente verbales pero que se las cree como reales. El último y más importante para José Ingenieros, por ser el momento en el cual se encuentra como por su estrecha relación con el futuro, es el estado positivo o científico.

En esta fase es donde se renuncia a conocer lo absoluto, en otras palabras, el destino y el origen del universo. Toda explicación se reduce a los hechos y las relaciones necesarias entre ellos. Surgiendo y estableciendo leyes, que explican las formas en que se desenvuelven y desarrollan estos fenómenos observados.  No se consideran en este estado ni las ficciones ni las abstracciones personificadas (deidades), sino únicamente los hechos, ya sean particulares o generales. Augusto Comte[xi] consideraba que todos estos estados, en su nivel superior, se constituyen a partir de la reducción al mínimo de todos los múltiples principios de explicación. Es decir, hasta llegar a uno solo: un solo Dios, para el estado teológico; una sola Naturaleza, para el estado metafísico; una sola Ley para el estado positivo (que evidentemente sería algo así como la ley más general de todas y la que explicaría todos los fenómenos). Aquí, destaco que para Comte se producen una serie de inquietudes, porque reducir todos los principios a la existencia de una sola ley sería utópico, imposible. Se pregunta ¿podría tener esta ley gravitación universal?: para el autor esta ley puede explicar muchos hechos, pero no le parece que pueda explicar todos los hechos. Sin embargo, sí sostiene que la ley de los tres estados tiene dos pruebas. Primero, la historia: la de la especie humana y la de cada individuo en particular. Segundo, la necesidad: manifestada en la posibilidad que tienen los hombres de sistematizar el conjunto de sus conocimientos, ya sean teóricos o prácticos.

Para José Ingenieros, en el tercer estado, en el caso de la ciencia positiva, se sustituye toda la idea del absoluto por la de una relación directa y necesaria entre los hechos. La idea de ley sustituye a la de causa, ya sea esta primera o final.

Ahora bien, ¿cómo se establecen las leyes? Como ya se ha dicho, observando los problemas de la sociedad, por ende, al considerarlas desde el punto de vista dinámico, todo se reduce a estudiar la marcha efectiva del espíritu humano en ejercicio, vale decir, mediante el examen de los procedimientos empleados en la obtención de los diversos conocimientos exactos, lo cual constituye, en esencia, el objetivo general de la filosofía positiva.

En pocas palabras, al considerar todas las teorías científicas como grandes hechos lógicos, solamente con la profunda observación de esos hechos se puede llegar al conocimiento de leyes lógicas. A pesar de estas afirmaciones, José Ingenieros considera que para alcanzar y cerrar definitivamente el estado positivo, es decir, el último estado, faltan aún tareas por hacer.

Una de estas tareas pendientes, observo que es la de constituir la física social o sociología, que completaría el estudio de todos los fenómenos posibles y, al mismo tiempo, permitiría jerarquizar el conjunto de las ciencias.

Otra tarea es la de fortalecer el espíritu nacionalista. En esa tesitura José Ingenieros destaca su participación en el Proyecto de Ley de Trabajo impulsada por el ministro Joaquín V. González: considerando como la puesta en práctica de la sociología socialista y nacional que él propone, dice:

            “La presentación de este proyecto al Parlamento argentino motivó                                             disquisiciones heteróclitas, influenciadas por pasiones políticas ajenas a la                     materia del proyecto mismo. Escritores, juristas y agitadores de                                             heterogénea cultura se dedicaron a aplaudirlo o censurarlo; pocos se dieron         la molestia de leerlo. ¿Para qué? La loa y la diatriba respondían a criterios                     puramente políticos o de clase, sin que el buen sentido sociológico lograra                sobreponerse al sentido común de los críticos incipientes. Los amigos del                                   autor creyéronse obligados a declararlo magnífico; sus enemigos                                               resolvieron proclamarlo abominable. Los adversarios del proyecto se                             dividieron en dos grupos, mancomunando sus esfuerzos en una                                      promiscuación absurda. Por un lado, acamparon los opositores burgueses;                      por otro, los opositores socialistas y anarquistas. Los primeros lo                                        censuraron alegando que es demasiado socialista; a su juicio compromete              los intereses de los propietarios y capitalistas argentinos, favoreciendo                          excesivamente a los obreros. Los segundos le reprocharon su carácter                           reaccionario, pretendiendo que compromete los intereses de la clase obrera    y favorece demasiado a la clase capitalista. Esa doble crítica es un valioso                      indicio de que el proyecto es bueno.[xii]

En resumen, desde la perspectiva de José Ingenieros advierto que el nacionalismo aparece como un elemento fundamental para la organización, desarrollo y consolidación del país. En definitiva, José Ingenieros presenta a la nación y a su ideología, el nacionalismo, como la instancia máxima de desarrollo en un Estado moderno, y a la lucha de clases, como la fase previa.


[i]Jauretche, Arturo, Entrevista en Revista Dinamis, junio 1972.

[ii] Buela, Alberto, Disyuntivas de nuestro tiempo, ensayos de metapolítica, Barbarroja, Madrid, 2012, p. 19

[iii] Ingenieros, José, Sociología Argentina, Madrid, Daniel Jorro, 1913, p. 325.

[iv] Durkheim, Emile, El socialismo. Su definición, sus orígenes. La doctrina Saint-Simoniana [1895-1896], Barcelona, Editorial Apolo, 1932, p. 16.

[v] Ingenieros, José, Sociología Argentina, op., cit., pp. 325-326.

[vi] Ibídem, p. 102.

[vii] Ibídem, p. 346-347.

[viii] Ibídem, pp. 108-109.

[ix] Ibídem, p. 351.

[x] Ibídem, p. 326-327.

[xi] Comte, Augusto, Curso de Filosofía Positiva (Lecciones I y II) [1830, París] – Discurso sobre el espíritu positivo [1844, París], Buenos Aires, Hyspamerica, 1980; Primeros Ensayos, [1854, París], Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1977. 

[xii] Ingenieros, José, Sociología Argentina, op., cit., p. 434-435.

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