La pandemia potenció las desigualdades existentes en la sociedad y, en esa línea, el ámbito educativo no fue la excepción. Por eso la vuelta a las clases presenciales se encuentra hoy ante un contexto signado por un estudiantado diverso entre quienes pudieron estar conectados y aquellos que no lo lograron o lo hicieron de manera irregular. Pero, además, se enfrenta al desafío de “reenganchar” a esos niños y jóvenes que ya mantenían un vínculo débil con la institución.

“Las diferencias que siempre existieron en un momento de crisis muy profunda e inédita como el que vivimos se ponen de manifiesto de un modo más crudo. Y en cuanto al acceso a la tecnología hay diferencias con estudiantes que usan el celular y otros una PC, porque no es lo mismo trabajar en un dispositivo u otro. No obstante, una de las consecuencias que todavía no estamos en condiciones de evaluar es que va a haber que reenganchar a muchos chicos y chicas que no van a volver porque no tienen un incentivo o un aliciente que los impulse a ir. Ese lazo precario se debilita y la escuela va a tener que salir a buscarlos”, asegura Daniel Toribio, director de la licenciatura en Educación y del ciclo de licenciatura en Gestión Educativa de nuestra universidad.

¿Cree que la deserción va a ser muy alta?

El problema de no terminar la secundaria es grave y más aún la primaria. Hay que enfocarse en los niveles obligatorios que son los primeros que se deberían garantizar (primario, secundario e inicial). Con la pandemia se puede producir una fuerte deserción especialmente en los chicos con riesgo educativo, es decir, aquellos que tienen todo un contexto desfavorable porque deben trabajar, van a desgano a la escuela, o tienen un ámbito familiar muy golpeado. Entonces hay que preguntarse ¿volverán? Esto pasa en todo el mundo y cada país lo procesa de acuerdo con su realidad. Nosotros ya veníamos de una situación complicada y entonces se agravó más.

¿Qué se perdió con la virtualidad?

Muchas veces la escolaridad se mantiene gracias al vínculo social, y la relación entre pares y de los niños con su docente no puede reemplazarse con un Zoom. Los chicos tienen una atención mucho más flotante, entonces es muy difícil mantener un vínculo a través de una pantalla dos horas por semana. Todos los docentes, autoridades y especialistas de la educación están de acuerdo en que es necesario que los chicos vuelvan al aula. Sin embargo, no puede ser a cualquier precio. Se ha hablado de las condiciones deficitarias de las escuelas en las provincias y entonces hay que ver cómo se aplican allí los protocolos.

¿Ocurrió lo mismo en el nivel superior?

En nuestro caso particular tuvimos casi el triple de inscriptos y eso seguramente se dio a que los docentes podían administrar el tiempo según sus obligaciones y necesidades. Pero, en general, la educación superior es voluntaria, es decir, la persona quiere ir y tiene mejores herramientas para la virtualidad. Estudiar a distancia requiere una mayor autonomía y más trabajo para el docente y el estudiante. Esto es distinto de los otros niveles donde lo que se busca es que los niños y jóvenes se inserten en la institución.

¿Es posible una educación que combine lo presencial con lo virtual?

Los especialistas hablan de un aula extendida, o sea, que lo físico va a extenderse hacia lo virtual. Para ser esquemático creo que va a ser más probable que esto ocurra en el nivel superior, luego en la escuela media, y un poco menos probable en el resto de los niveles. Pero seguramente va a haber cambios.

La escuela, entonces, deberá modificarse…

Hay que destacar que la escuela ha cambiado mucho, por ejemplo, en el nivel inicial donde se decía que era para que los chicos fueran a jugar, y ahora se considera fundamental porque el estímulo que reciben en esos años hace la diferencia en su formación posterior. La primaria también cambió, tal vez no tanto, pero la secundaria sigue siendo muy enciclopedista. Cursar once materias, con docentes que salen y entran, atrasa mucho. Deberían ser cuatro o cinco materias troncales, con mucha más práctica, con profesores que pasen la mayoría de sus horas en la misma institución.

¿Qué pasa con los docentes?

También se percibe con claridad que su trabajo debe estar centrado en el estudiante. Esto no es algo nuevo. Nosotros planificamos lo que vamos a hacer, pero también lo que van a hacer los estudiantes para aprender. Hoy el esquema de un docente hablando dos horas no es viable en ningún contexto educativo porque los jóvenes ya no tienen ese nivel de atención, sino que están permanentemente estimulados por diversas fuentes. La lógica secuencial quedó obsoleta.

¿Sigue siendo la educación un fundamento para la equidad social?

Absolutamente. Si los chicos no van a la escuela y no realizan otras actividades no solo les va a costar conseguir un buen trabajo, sino también desempeñarse en la vida. 

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