Loris Zanatta es, probablemente, quien realizó el peor libro sobre Historia de América Latina. Con argumentos de fines del siglo XIX (¿Cuántas ideas les robaron los intelectuales de centro y derecha a J.B. Alberdi y D.F. Sarmiento? Inestimable), dice en la última oración de su Historia de América Latina: “Región con prestigio pero sin potencia, ambición pero pocos dotes políticos además de una escasa confiabilidad” (Zanatta; 2010). En resumen, bien podría ser la lectura de un emisario de la OTAN (embajador norteamericano o británico), la impresión de algún CEO de una transnacional u organismo financiero al momento de monitorear la región antes de una posible inversión.

Esta semana, desde una Italia que hace días pasó a tener más de 33.000 fallecimientos, Zanatta en una entrevista a TN alertó sobre “La restricción de libertades”, “Clausura de facultades republicanas”, comparó a la Argentina con Venezuela, Cuba y la URSS, presagió un avance del populismo autoritario en la región (México-Argentina). Su lectura se puede ensamblar con otras como las de Luis Alberto Romero, Marcos Aguinis, Juan José Sebreli y José Emilio Burucúa. En una entrevista dijo Romero: “Ha habido una reacción. Una de ellas es la de mi colega y amigo Gastón [Burucúa] que propuso colocarse una estrella de David amarilla en el pecho, como las que los nazis obligaban a portar a los judíos”.

Ahora bien, ¿qué sentido tiene lo que dicen estos “intelectuales”? ¿Por qué se sienten atacados? Sus lecturas de lo que hoy ocurre brota del mismo suelo, que no es el nuestro por cierto. Desde fines del siglo XX, los principales exponentes intelectuales de la Civilización de la OTAN festejaron la caída de la URSS comprando el libro de Francis Fukuyama “El fin de la historia y el último hombre”. Se constituyó un nuevo orden mundial. Universalización de la economía de libre mercado, democracia política (espectral) e ideología de los derechos humanos con muy poco de humanidad para nosotros. Los territorios excluidos (nosotros) seguiríamos excluidos por siempre, seríamos la periferia esperando debajo de la mesa las migajas de los gigantes. Suenan lindo, escriben lindo y hablan de derechos humanos. Pero no confundir, son posmodernos y colonialistas, los derechos de nuestros trabajadores/as nunca formarán parte de lo que llaman “derechos humanos.”

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