[dropcap size=big]U[/dropcap]na dificultad insoslayable para un estudio que aborda la violencia como tema es definir qué es violencia, “un concepto polisémico” según Alejandro Isla, doctor en Antropología e investigador del CONICET. Esto quiere decir que la violencia, en términos conceptuales, expresa múltiples significados a menudo compatibles aunque otras veces contrapuestos: expone un permanente contrapunto entre lo subjetivo y lo objetivo; y a su vez, el hecho de que las causas generadoras y explicativas de la violencia encuentran argumentaciones sociales, culturales, políticas, institucionales, de género, que se expresan a menudo de manera simultánea y constituyendo un sistema interpretativo de “lo violento”.

El carácter cultural de la violencia se comprende desde su inscripción en un sistema simbólico de significaciones y representaciones históricamente configurado: pero la historia indica que la voz que ha predominado en este entramado es la del adulto, dejando al niño, la niña y al adolescente silenciados. Paula Helena Mateos, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Cuyo, también trabaja la categoría de violencia y lo hace desde una vertiente de pensamiento cercana a la que nos convoca. En su trabajo “Narrativas de la violencia: las voces infanto-adolescentes como parresia” la autora señala que “narrar la violencia, lo violento, lo violentado, es siempre un ejercicio complejo que implica también pensar otredades, lógicas binarias de víctimas y victimarios”. Aquí aparece el otro y la posibilidad de pensar en cómo se narra a sí mismo ese niño, esa niña, en primera persona.

Por estas tierras aran los integrantes de la comisión de Salud, Niñez y Derechos Humanos del Departamento de Salud Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Asumen esta problemática en el marco de un grupo de trabajo de investigadores latinoamericanos nucleados en CLACSO, en un estudio comparado entre Colombia, Brasil, Ecuador y Argentina que lleva el nombre de “Infancias y Juventudes: Violencias, Conflictos, Memorias y Procesos de Construcción de Paz”. El grupo cuenta con una trayectoria de 10 años y convoca hoy a 94 investigadores e investigadoras de 12 países. Viento Sur conversó con Alejandra Barcala (A.B.), referente por Argentina y la UNLa; y con Carla Micele (C.M.), integrante investigadora. La primera dirige el Doctorado de Salud Mental Comunitaria y Carla Micele es Directora de Cooperación y a su vez coordinadora del Programa de Educación Permanente.

¿Cuándo inició el proyecto y con qué población dialoga?

A.B.: A principios de 2018 y tiene una duración de 18 meses. Se trata de un estudio mixto que incorpora el análisis estadístico de una encuesta, favorecedor del proceso de comparación entre los países incluidos y algunas aproximaciones cualitativas que permitan comprender los sentidos y las prácticas de los niños, niñas y jóvenes desde sus propias voces y expresiones. En todos los casos eran niños de 13 a 18 años. Ecuador y Colombia la aplicaron solo en escuelas. Nosotros la aplicamos allí y también en los chicos que asisten a la UNLa, al programa de Educación Permanente y a visitantes de la Expocarreras 2018. La muestra incluye a niñas, niños y adolescentes de distintos estratos sociales.

C.M.: Tomamos las encuestas en Lanús, Echeverría, Glew y los municipios cercanos. Tenemos algunos relevamientos en Cañuelas también. Primero, segundo y tercer cordón.

¿Cómo es la encuesta y cómo fue el proceso de aplicación?

C.M.: Es un formulario de 20 minutos que se completa vía Internet. Algo gracioso que nos pasó es que nos enfrentó a una versión equivocada que tenemos los adultos acerca de cómo los jóvenes usan la tecnología. Dábamos por sentado que al ser digital iba a ser más rápida su aplicación, pero no fue así. Si bien los pibes se comunican por la web y utilizan las tecnologías para las redes sociales, los jóvenes de los sectores populares tuvieron muchísimas dificultades en contestarla. Esto evidenció el uso desigual de las tecnologías.

¿Cuáles son los principales objetivos de esta iniciativa?

A.B: Aportar a la comprensión de la constitución de los niños, niñas y jóvenes en contextos de violencias, desde múltiples miradas y desde la investigación social, en diversos países latinoamericanos. Tanto desde elementos macro que involucran la historia y las dinámicas de cada nación, como desde procesos relacionales en los cuales la violencia se naturaliza como parte de la vida social. Interesa comprender no solo la afectación frente a la violencia, sino principalmente los modos en que los niños, niñas y jóvenes emergen como sujetos políticos capaces de aportar a la construcción de paz y de la ciudadanía.

¿Esto busca un aporte a la democracia y a los derechos humanos?

A.B: La comprensión de estos fenómenos ayuda a identificar experiencias y caminos posibles en procesos de socialización política y formación ciudadana de niños, niñas y jóvenes que ayuden a instaurar nuevas formas de participación y nuevas maneras de distribución del poder más cercanas a la democracia en nuestro continente.

¿Implica un cambio de paradigma?

AB: Sí, acá hay una perspectiva fuerte y latinoamericana que busca crear agencia en los niños y rescatar su potencia de transformación. La investigación hace eje en esto, en pensar cómo los niños piensan las violencias, sus derechos, y en cómo construyen sus propias subjetividades e identidades infantiles. En cómo se co-construye adulto–niño relacionalmente en las prácticas.

¿Qué resultados en común entre estos países latinoamericanos van encontrando?

A.B.: La primera parte del trabajo implicó mucho esfuerzo en poner en común cómo pensábamos las violencias en los distintos países, como así también la construcción de derechos. Cómo se pensaban estas categorías y a su vez encontrar sus diferencias. En Colombia, las violencias tienen que ver con el conflicto armado, por eso ellos ponen mucho énfasis en la construcción de paz. Aquí como categoría, lo que para ellos es construcción de paz, para nosotros es más bien efectivización de derechos. En esta línea también está Brasil, con quienes teníamos en común la violencia más vinculada con las violencias estatales. En cambio en Ecuador se habla sobre todo de construcción de ciudadanía.

¿Qué otras líneas del estudio quieren destacar?

A.B.: Tratamos de trabajar con un concepto clave, que tiene que ver con los procesos de socialización de los niños y la construcción de subjetividades. Hacer foco en esos procesos de sociabilización política y de agencia. Ahí sí empezamos a indagar cuáles eran las estrategias de solidaridad, de reciprocidad que tenían los niños de producción de sentido. Y en esta línea estamos tratando de procesar los datos recolectados. Estamos justamente tratando de encontrar esta lógica común desde la mirada de los niños. En cómo se involucraban ellos como agentes de cambio. También reparamos en un aporte intergeneracional, es decir en cómo co-operamos con los niños en esta construcción de significación y de realidades. Tuvimos muchas reuniones entre los colegas latinoamericanos para definir cómo pensar esto que no es nada sencillo. Es cierto que las realidades de estos países son muy distintas, pero al final eso mismo enriqueció.

¿Hay resultados preliminares que puedan compartir?

AB: Lo primero que encontramos es que en esta construcción social que se hacía de la infancia, emergía una construcción que invisibilizaba o desacreditaba las voces de los chicos. Cuando nosotros fuimos a trabajar con ellos y a hacer las encuestas, lo que encontramos es que la capacidad de agencia y de pensar respecto a lo que les pasa tiene mucha más potencia que las construcciones que los adultos hacen sobre estas realidades. Una violencia fuerte implica no escuchar las voces de los niños, tomar decisiones por ellos.  Entonces la idea de este proyecto es ver cómo podemos darles visibilidad a sus voces respecto a lo que ellos piensan, plantean y deciden. Están saliendo resultados muy valiosos, pero no los adelantaría todavía porque nos resta un análisis profundo. Sus trazos finales estarán disponibles cerca de fin de año.

¿Y qué esperan encontrar?

A.B.: Las violencias que viven los niños en Latinoamérica son muy importantes, como así también los impactos en sus subjetividades. Por eso uno de los ejes de este estudio es analizar cuál es la relación con las instituciones, con la escuela por ejemplo. Aparece claramente en los resultados el valor que le dan los niños a la escuela. Desde sus voces y más allá de las críticas al sistema educativo, la escuela es un lugar de referencia. Notamos también que las violencias se instalan desde las vulnerabilidades económicas, la falta de acceso a los servicios, hasta las imposiciones hegemónicas de maneras de ser. Otra categoría que trabajamos fue la de sufrimiento y el nivel que detectamos es muy importante. La hipótesis central es que estas formas de violencia generan subjetividades e identidades muy denigradas y que cuando uno incluye estas subjetividades infantiles y sus percepciones, aparece ahí cómo están afectados frente a las violencias, y cómo trabajar con ellos respecto a esto.

¿Qué deja este estudio a la UNLa y a la comunidad?

A.B.: En primer lugar rescato la potencia que nos dio pensar en conjunto la infancia, desde una perspectiva latinoamericana integrada. Trabajar la categoría de violencia; pensarla y compartirla con otros investigadores de países hermanos nos abrió la posibilidad de pensar problemáticas nuestras con otras categorías, con otras realidades y modos de intervención. En segundo lugar, estos tipos de investigaciones encuentran en la transferencia a las políticas públicas y en la transferencia directa a los territorios un rol fundamental. Y lo tercero, también central, es que nos permitió profundizar en esto de trabajar desde la perspectiva de los niños y las niñas y sus voces. Esto nos obligó a preguntarnos qué pasa con las prácticas del campo de la Salud Mental, donde si bien las prácticas hablan de subjetividad, muchas veces se caracterizan por objetivizar a los niños, por la cantidad de diagnósticos, etiquetamientos, modos de abordaje de problemáticas complejas, que por ahí con esta nueva perspectiva de agencia de los chicos, nos hacen repensar las prácticas y las políticas públicas desde otro eje. Esta posibilidad es muy enriquecedora.

¿Piensan seguir profundizando esta línea de trabajo?

AB: Sí, queremos desarrollar un observatorio de prácticas subjetivantes de niños en Argentina y en los países que integran la línea de trabajo. Sería un observatorio que rescatara y visibilizara las formas de violencias contra los niños, pero que a su vez que visibilizara aquellas propuestas y prácticas que puedan favorecer acompañamientos que favorezcan la construcción de mejores identidades o mejores procesos de subjetivación. Hasta ahora todos los observatorios que existen tienen que ver con las formas de violencia en términos de denuncia. Nosotros queremos dar un paso más y trabajar para destacar y visibilizar las buenas prácticas.

Para cerrar, retomamos la voz de otra investigadora que hace punta en estas problemáticas. Sara Victoria Alvarado (Colombia) es investigadora postdoctoral en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad Católica de Sao Paulo-Universidad de Manizales-CINDE-COLEF-CLACSO. En una entrevista realizada por la revista Encrucijadas, Alvarado afirma: “Las investigaciones en juventud no solo describen las realidades a las que se ven expuestos los jóvenes, sino que también las van performando y van empezando a instalar nuevas maneras. (…) las culturas juveniles, ¿desde dónde se abordan? Desde la relación con la música, con el vestir, con el cuerpo (…). El cuerpo se transforma en el marcador comprensivo más fuerte. (…) Me parece que ahí hay un quiebre importante que se entronca fundamentalmente en el cambio radical en las preguntas. Quizás sea ese el horizonte de sentido de los estudios de juventud en Colombia. Pero no creo que los estudios en torno a la juventud con miradas funcionales hayan desaparecido. Lo que digo es que esos estudios han sido cooptados por distintas institucionalidades del Estado y la perspectiva es más la del control desde y para quienes les es funcional y necesario tener demográficamente muy bien investigada a la juventud”.  

Equipo de investigación por la UNLa 
Alejandra Barcala; Leandro Luciani Conde; Flavia Torricelli; Carla Micele.
Instituciones que participan
Universidad de Manizales (Colombia); Universidad Nacional de Lanús (Argentina);
Instituto de Salud del Estado de Sao Paulo (Brasil); Universidad Salesiana (Ecuador);
entre otras.
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