¿Cuáles son las especificidades y los beneficios de la economía social? ¿Cuál es el rol de la educación en la construcción de modelos económicos basados en la democracia participativa?

En el Dossier “Economía y Sociedad”, la Dra. Ana Jaramillo plantea ideas y reflexiones para pensar a fondo estos temas a través de tres artículos que publicaremos en ediciones sucesivas a partir de hoy. En tiempos de cambio, un debate imprescindible.

Contra sofismas y dictaduras de quienes, paradójicamente, se proclaman liberales, decimos la verdad. El peor mal es el liberalismo, que invocando una libertad, no sea ejercer las otras libertades… Una libertad sin seguridad de vida, de trabajo, de educación y vivienda digna es una falsa libertad. Poseer la libertad para morirse a hambre es un sofisma que constituye materia de engaño, para quienes trafiquen, haciendo cortinas de humo para ocultar intenciones. La Revolución no ha venido a cercenar libertades populares, sino a ordenar valores, armonizando los derechos individuales y los derechos de la Nación.

Juan Domingo Perón

Creemos que las instituciones, tanto las cooperativas como las organizaciones libres del pueblo, pueden ser comunidades democráticas en miniatura en tanto son organizaciones sociales participativas sin fines de lucro, donde se practica cotidianamente el consenso, el acuerdo, el trabajo cooperativo compartido con objetivos comunes que supone un proceso de formación de conciencia y un aprendizaje en la práctica.

En tanto organizaciones de producción de bienes y servicios o de conocimiento, el proceso productivo se organiza democráticamente con la participación de todos sus miembros, entre ellos los trabajadores, participando e incidiendo en las decisiones del colectivo, en la formación de la conciencia autogestionaria, suprimiendo la conciencia pasiva sometida a la heterogestión tanto en la vida laboral, social o política de las personas.

Por supuesto que existen voces discrepantes que sostienen que en una sociedad capitalista cualquier organización social participativa termina asumiendo la forma de la sociedad en la que se desarrolla, e incluso se postula que la existencia misma de dichas organizaciones sociales participativas va en contra de una modificación total o radical del sistema.

Sin embargo, rescatamos a las cooperativas ya que consideramos que en ellas el trabajador en las cooperativas de trabajo, o en las Organizaciones Libres del Pueblo, se convierte en dueño de su producto, participa de manera igualitaria en la toma de decisiones, se suprime la escisión entre dirección y ejecución de las acciones, y los objetivos de la empresa pasan a coincidir con los del trabajador o trabajadora. Plantearemos cómo la educación y la capacitación contribuyen a este propósito, en especial al proceso de concientización y formación de los y las trabajadoras.

Recuerdos del futuro

“La riqueza, la renta y el interés del capital, son frutos exclusivos del trabajo humano”.

Constitución Nacional de 1949

Quienes recordamos, quizás porque enseñamos el constitucionalismo social en Nuestra América y hemos trabajado en el sector social de la economía tanto en México como en Perú, sabemos que las constituciones que garantizaban un Estado de Bienestar para sus pueblos -tanto el peronismo en la Argentina como el cardenismo en México, y la época de Velasco Alvarado en el Perú- fueron arrasadas por golpes de Estado o posteriormente por el neoliberalismo imperial y el capitalismo financiero.

También recordamos el sistema autogestionario de Yugoslavia en época de Tito. No pasaron tantos años cuando en nuestros países se garantizaba tanto la propiedad de la tierra como distintas organizaciones tales como cooperativas de trabajo o producción, como empresas administradas por los trabajadores, y diversas Organizaciones Libres del Pueblo.

Los gobiernos que buscan el bienestar de sus pueblos, nacionalizan sus recursos naturales, la Banca Nacional, recursos mineros, gasíferos o petrolíferos, hacen reformas agrarias, promovieron cooperativas agrarias, hicieron empresas de telecomunicaciones y en general tuvieron una política de no alineación. Pero luego vino el neoliberalismo con privatizaciones y endeudamiento.

Uno de los obstáculos que usualmente, en democracia, se tiende a destacar para no transformar las relaciones laborales, es la falta de capacitación o educación para la gestión, como resultado de la creciente división capitalista del trabajo entre ejecución y concepción. Pensar que es imposible transformar dicha división histórica es sostener la existencia de capacidades humanas naturales para una u otra función. Solo las personas podrían manejar una máquina para producir, conseguir empleo, salario y, por lo tanto, satisfacer sus necesidades esenciales, sin pretender ser las dueñas de su trabajo. Esta concepción de la educación y la capacitación tiene por detrás la voluntad de perpetuación de ciertas relaciones de poder. Esto no solo implica un círculo vicioso reproductor de las relaciones de poder socioeconómicas existentes, sino la voluntad de adaptar a la persona a la máquina y al statu quo. La educación se concibe como adaptación a los movimientos y habilidades necesarios para el funcionamiento de la máquina, marginando al trabajador o trabajadora del conocimiento del proceso global de la producción, de la participación en las decisiones y reproduciendo su ubicación material y subjetiva subalterna.

La educación no es un proceso “alimentario” mediante el cual ciertas personas, instituciones u organizaciones poseedoras de los alimentos dan de comer y ciertas personas desposeídas se nutren pasivamente, o como la llama Paulo Freire, “la educación bancaria”, donde los educandos solo pueden recibir los depósitos, guardarlos y archivarlos. Las personas tenderían cada vez más a la pasividad, recibiendo el mundo tal cual es y adaptándose a él, en vez de desarrollar la conciencia crítica y plantearse la posible transformación de la realidad.

Queremos rescatar esta concepción de la educación por el trabajo, ya que implica que la autogestión es posible no solo para personas capacitadas sino justamente, como proceso de formación de conciencia. Esta concepción supone a su vez, que la praxis es una categoría fundamental del conocimiento. La praxis del trabajo y la participación es lo que permite demostrar la posibilidad de educar a las personas en la autogestión.

Por otra parte, a través de la autogestión, la persona puede participar en las decisiones que las atañen y proponerse objetivos, determinando así la dirección y escala de su actividad. La autogestión no es otra cosa que la organización democrática de los trabajadores que administran su trabajo por sí mismos, son dueños del producto y no tienen ningún poder por encima de ellos en el proceso de producción.

La autogestión cooperativa se plantea entonces como única forma de superar la “permanente y fija división de la sociedad en sujetos y objetos de la historia, en dirigentes y ejecutores, en razón social astuta y sus instrumentos físicos bajo forma humana[1].

La educación autogestionaria se concibe como práctica de la libertad. Esta práctica no implica la educación para el trabajo sino del trabajador o trabajadora. No se trata de adaptación sino de una práctica participativa. Como lo dice Freire, “las personas se humanizan trabajando juntas, para hacer del mundo cada vez más la mediación de conciencias que cobran existencia común en libertad. A los que constituyen juntos elmundo humano compete asumir la responsabilidad de darle dirección”.[2]

Esta concepción de la educación y capacitación implica la participación en la toma de decisiones que afectan a los propios trabajadores. Estas decisiones tienen diferentes niveles: pueden ser en torno al taller, la empresa, el sector o a la sociedad en su conjunto. A su vez, la participación se puede dar a nivel económico para suprimir la enajenación que el trabajador sufre de su propio producto, a nivel del control y las decisiones en el proceso productivo.

Ello contribuye a terminar con la escisión fundamental que existe entre los que deciden y ejecutan en la empresa capitalista; a nivel social, para suprimir la enajenación que sufren las personas por parte de la regulación externa del conjunto de las relaciones sociales y, a nivel político, para evitar la separación entre personas que deciden desde el poder y que se convierten en sujetos históricos permanentes, y aquellos que terminan siendo objetos de la historia puesto que jamás participan en las decisiones políticas nacionales, y simplemente se someten a ellas.


[1] MARKOVIC, Mihailo (1968): Dialéctica de la praxis, Buenos Aires, Amorrortu.

[2] FREIRE, Paulo (1979): Pedagogía del oprimido; México, Siglo XXI.

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