Quieren un mundo más igualitario, en el que ser parte de la diversidad y de la diferencia ya no signifique algo negativo. Interpelan a los discursos de lástima, de piedad, de compasión, y exhiben con orgullo aquello que la sociedad pretende normalizar, esconder, curar.

Son personas con discapacidad y levantan las banderas del Activismo Disca, un movimiento que los tiene como protagonistas y a través del que buscan instalar una perspectiva que los incluya como sujetos de derechos.

Estos grupos no son específicos de Argentina sino que existen en todo el mundo. Se podría afirmar que -independientemente del contexto sociocultural en el que se encuentren- en la mayoría se aboga por una postura anticapacitista y por una mirada basada en la diversidad funcional.

El término “capacitismo» denota, en general, una actitud o discurso que devalúa la discapacidad frente a la valoración positiva de la integridad corporal, la cual es equiparada a una supuesta condición esencial humana de normalidad.[1]

En ese marco, Daiana Travesani de MoVida (Rosario) asegura que la “militancia anticapacitista es poder darle palabra al propio cuerpo, poder desandar lo construido como normativo y abrir espacios políticos que tanto tiempo se les han negado”.

“Es poder gozar de nuestro derecho de ciudadanos y de tener más militancia desde nuestra experiencia. Durante muchos años han hablado en nombre de nosotros y nosotras y se nos ha invisibilizado”.

Sobre este punto, Laura Alcaide, referente de Orgullo Disca y Periodismo Femidisca (Buenos Aires), asegura que existen “otras formas de hacer política” donde el cuerpo no es excluyente.

“Hoy no podemos escapar de poner el cuerpo, porque ningún feminismo lo ve ni tampoco los partidos políticos, ni ninguna plataforma. Queremos pensar que las redes sociales y los medios son recursos para hacer nuestros cuerpos públicos y lograr que este activismo sea viable”.

El concepto de diversidad funcional aparece como alternativa al de discapacidad, con una connotación positiva, en la que se respeta la forma de ver y estar en el mundo de cada persona. De esta manera, se entiende que los miembros de una sociedad poseen determinadas capacidades, lo que genera una diversidad que debe gestionarse en pos de evitar exclusiones o discriminaciones.[2]

En esta línea, Soledad Gelvez de Mirame Bien (Santa Fe) manifiesta: “Somos un colectivo que siempre fue vulnerado y así como hoy celebramos el auge de las identidades disidentes, por ejemplo, nosotros también exigimos que los gobiernos nos convoquen y que la perspectiva de discapacidad sea tenida en cuenta transversalmente. Por suerte nos estamos aliando y uniendo con esta preocupación de los derechos políticos, de instalar el tema en las agendas públicas, de poder participar como ciudadanos, como sujetos de derechos”.

Género y discapacidad

La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad[3]– que en Argentina posee rango constitucional- establece que debe respetarse el derecho de las personas con discapacidad a “decidir libremente y de manera responsable el número de hijos que quieren tener y el tiempo que debe transcurrir entre un nacimiento y otro, y a tener acceso a información, educación sobre reproducción y planificación familiar apropiados para su edad, y a que se ofrezcan los medios necesarios que les permitan ejercer esos derechos” y que deben mantener “su fertilidad, en igualdad de condiciones con las demás”.

No obstante, los grupos de Activismo Disca denuncian que existe socialmente la creencia de que las personas con discapacidad son asexuadas, por lo que el deseo queda invalidado, y que muchas mujeres son sometidas a esterilizaciones y abortos forzosos.

“Hay un pensamiento generalizado de que nuestros deseos no valen. No se permite desear o ser deseado. Ni hablar de que los cuerpos gestantes y las mujeres puedan maternar. Se ven esterilizaciones forzadas, especialmente en la discapacidad psicosocial y la cognitiva, intelectual. Cuando hay mujeres que sufren abusos constantemente, sus familias las esterilizan porque saben que en algún momento va a llegar ese embarazo no deseado. No quieren que sean madres y encriptan el tema de los abusos”, expresa Laura Alcaide.

Ante este tema Daiana Travesani apunta que “la mayoría de las trabas que se imponen son actitudinales” y que “muchas veces vienen de las propias familias y de algunos profesionales”.

“La sexualidad es una parte importante en cualquier persona. En la vida de alguien disca te extirpan el deseo, la sexualidad, por el simple hecho de que una de las interseccionalidades de tu identidad es que seas una persona con una discapacidad. Entonces te invalidan la sensualidad, el goce, el disfrute, el tener ganas y el sentir. La sexualidad se mezcla con la crianza muchas veces, y desde la óptica médica se juzga la capacidad para maternar o criar porque hay como una mirada de infantilización eterna. No creen que podamos hacernos cargo de nada porque supuestamente no podemos hacernos cargo de nosotros mismos. Por ejemplo, si vas a un consultorio y pedís un turno para una esterilización personal te abren las puertas sin ningún pero. Ahora si tomás la decisión de maternar o paternar ahí sí te ponen un montón de trabas”.

En su texto, la Convención también establece que “las mujeres y niñas con discapacidad están sujetas a múltiples formas de discriminación” y “suelen estar expuestas a un riesgo mayor, dentro y fuera del hogar, de violencia, lesiones o abuso, abandono o trato negligente, malos tratos o explotación”.

La fusión entre patriarcado y discapacidad provoca una multiplicidad de derechos vulnerados y, por lo tanto, no pueden pensarse como dos aspectos separados o ajenos.

“El machismo interseccionalmente con la discapacidad genera una vulneración de derechos explosiva y es exponencial hacia las mujeres y las disidencias sexuales. Ser una persona trans, disca, pobre y negra es terrible. Por otro lado, si una mujer denuncia que su compañero es violento y tiene una discapacidad como ella, no es tenida en cuenta y, además, el varón es estigmatizado como si fuera un angelito”, explica Laura Alcaide.

Para Daiana Travesani, en cada uno se da una “interseccionalidad de identidades”, ya sea por el género, la cuestión económica, el lugar de pertenencia, el color de piel, o por tener o no una discapacidad.

“El modelo hegemónico vulnera lo distinto y es la sociedad la que nos hace discapacitados por todas las barreras con las que nos encontramos cuando salimos a la calle. Está el error de creer que la inclusión es solo para las personas con discapacidad y en realidad es para todas las identidades que se corren de la norma. Lo primero que hay que hacer es invalidar la norma, porque está muy ligada al capacitismo, al cuerdismo, al oyentismo , a  la heteronormatividad, etc. Y a partir de ahí dejar de pensar que solamente hay que incluir a las identidades disca”.

Un cambio de paradigma

Se estima que el 10,2 por ciento de las personas que viven en Argentina poseen algún tipo de discapacidad. Así lo informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), que el año pasado publicó los resultados preliminares del Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad.

A la hora de definir a la discapacidad, la Organización Mundial de la Salud asegura que es “fenómeno complejo que refleja una interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive”. Asimismo destaca que el término abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las primeras refieren a los problemas que afectan a una estructura o función corporal; las segundas a las dificultades para ejecutar acciones o tareas; y las últimas a la imposibilidad de participar en situaciones vitales.

Es por ese motivo que desde los movimientos de Activismo Disca se busca instalar la perspectiva de la discapacidad en las agendas públicas y que se incluya de manera transversal en todos los ámbitos.

“Tenemos la responsabilidad de contagiar, interpelar, invitar y que esto nos exceda y que se vea a la discapacidad como identidad política. Lo que pasa es que es muy difícil de deconstruir. Siempre escuchamos en la familia expresiones como ‘qué lástima lo que te pasó’ o ‘mirá las cosas que te estás perdiendo’ entonces siempre el diferente y el que está en desventaja es uno y la discapacidad es esa falta. Hay gente que puede sobreponerse y otra que no y permanece muy triste y enojada, pero no por eso hay que olvidarla. Los familiares y profesionales durante muchos años han hablado por nosotros, han tomado nuestra palabra y a nadie le llama la atención. Está super normalizado, especialmente con las personas con discapacidad intelectual donde lógicamente va a hablar la mamá, el papá o los tutores porque no entiende, no se va a saber expresar, etc. Ahora ¿por qué no nos estamos ocupando de su formación política en la medida de sus posibilidades? Con un lenguaje sencillo, con una democratización del conocimiento para que estas personas puedan tener un lugar en los espacios de discusión. Es más fácil y rápido en los tiempos capitalistas que lo haga un profesional según su perspectiva de salud o un miembro de la familia que hace lo que puede”, explica Soledad Gelvez.

Por la unidad

La militancia de las personas con discapacidad tuvo distintas variables a lo largo de la historia del país. Sin embargo, las disidencias y diferencias fueron más fuertes y terminaron por debilitar al colectivo. Y si bien aún falta un gran movimiento nacional que los aglutine, los grupos de Activismo Disca se fortalecen y abogan por la unidad.

Al respecto, Gelvez asegura que las personas con discapacidad no deben “sobreponerse a discursos de odio, sino a aquellos de lástima, que asocia a la discapacidad con la desventaja y con lo negativo”.

“Los entornos son complejos y hay cuestiones específicas de la discapacidad que no son como en otros colectivos que se han podido rearmar. Pero así todo esos colectivos pudieron superar los discursos de odio que son más fáciles entre comillas de afrontar, pero en los discursos de lástima siempre hay algún resquicio donde se nos mete. Si no somos pensados desde la lástima, lo somos desde la sobreestimación y nos ponen en un lugar de personas extraordinarias, ejemplos de vida, que nos vuelven a dejar en lugares de individualidad”, agrega.

En la línea de fomentar una nueva forma de participación política anticapacitista donde el cuerpo no sea el protagonista, los Activismos Disca encontraron en las redes sociales, los blogs y los sitios digitales herramientas idóneas para la militancia. Allí en el mundo virtual todos son iguales, con los mismos derechos.

“Es un gran espacio, con conversatorios y discusiones. Esto nos ha generalizado y puesto en contacto con distintas realidades porque la accesibilidad es distinta si vivís en una gran ciudad, en una pequeña o en una zona rural. Esto nos condiciona de una u otra forma. Las formas hegemónicas de participación que se proponen como una marcha o una movilización donde hay que poner el cuerpo no nos incluyen. Podemos escribir de manera personal o colectiva, aportar en los medios. Todos los organismos y movimientos tienen redes, entonces podemos aportar nuestra opinión y mirada desde ahí también”, concluye Gelvez.

El rol de las universidades
Las Universidades Nacionales de Lanús, La Plata y Córdoba impulsan el Ciclo de Encuentros Interseminarios «Deconstruyendo la discapacidad desde el Sur», que pretende habilitar e impulsar un espacio colaborativo de intercambio entre estudiantes, docentes, organizaciones y grupos de activistas que luchan por los derechos de personas catalogadas como discapacitadas. El objetivo es la circulación de saberes y el fortalecimiento de los debates en torno a los procesos de discapacitación institucional, social, cultural y política que afronta este colectivo poblacional en Nuestra América.

[1] https://digital.csic.es/bitstream/10261/153307/1/2017_Capacitismo_Cap_Barbarismos%20queer.pdf

[2] http://imgbiblio.vaneduc.edu.ar/fulltext/files/TC123094.pdf

[3] https://www.un.org/esa/socdev/enable/documents/tccconvs.pdf

Fotos: Orgullo Disca

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