Es preciso combinar en grande los intereses que nos han confiado los pueblos… marcharé a saludar a vuestra excelencia… nos veremos y presiento que la América no olvidará el día en que nos abracemos.

Carta de José de San Martín a Simón Bolívar, 13 de julio de 1822

Antes de ayer por la noche partió de aquí el general San Martín, después de una visita de 36 o 40 horas; se puede llamar visita, porque no hemos hecho más de abrazarnos, conversar y despedirnos. Yo creo que él ha venido a asegurarse de nuestra amistad y para apoyarse en ella respecto a sus enemigos internos y externos.

Simón Bolívar, 29 de julio de 1822

El 26 de julio de 1822, José de San Martín y Simón Bolívar se encontraron —por primera vez en sus vidas— en la ciudad de Guayaquil. El Protector del Perú y el Presidente de la Gran Colombia conversaron por más de seis horas a puerta cerrada, entre el 26 y el 27 de aquel mes. Momento decisivo, sin lugar a dudas, para la historia de América.

Ambos traían en sus espaldas décadas de lucha. Los dos habían conducido a sus ejércitos en heroicas campañas militares que incluyeron el cruce de los Andes, en diferentes latitudes de la gran cordillera. Como jefes de Estado no solo lucharon por la independencia política —en el caso de San Martín de las Provincias Unidas de Sudamérica, de Chile y de Perú; en el caso de Bolívar de Venezuela, Colombia y Ecuador—, sino que comprendieron que la emancipación y la revolución política no eran posibles sin un profundo cambio social. Avanzaron —no sin dificultades— en el reconocimiento de los derechos para los pueblos originarios y los pueblos afroamericanos. En Perú, San Martín había prohibido la mita, el yanaconazgo y el tributo indígena y abolido la esclavitud, medida que también tomó Bolívar en 1816, en tiempos en los cuales se construía la Tercera República.

La historia, algunas veces, resulta ser más transparente de lo que la historiografía presenta. Existe una vasta bibliografía que habla del “Misterio de Guayaquil”. Se elucubra qué ocurrió en aquellos encuentros privados entre los dos líderes más importantes del continente. Destacando cuestiones de personalidad —tales como la humildad de uno o la vanidad del otro— se enuncia una supuesta enemistad, construyendo un relato que, lejos de ser inocente, esconde su objetivo político: tergiversar un capítulo central —y fundacional— de la larga historia de la lucha por la unidad americana.

Sin embargo, basta revisar los acontecimientos y los documentos de la época para encontrar algunas de las claves que permiten explicar e interpretar aquel “misterioso” encuentro. Por un lado, contamos con la correspondencia de los protagonistas del hecho y, por el otro, con un documento firmado apenas 20 días antes entre los Estados que ellos presidían.

El 6 de julio de 1822 Bernardo Monteagudo, en nombre de San Martín, y Joaquín Mosquera, en nombre de Bolívar, firmaron el Tratado de Amistad y Unión Perpetua entre Perú y Colombia, que incluía los actuales territorios de Venezuela, Ecuador, Colombia y Panamá. No era, entonces, un acuerdo más. Se trataba de la expresión de la voluntad de unificación continental de los líderes más importantes de la gesta libertadora hispanoamericana. El apoyo implícito de O’Higgins desde Chile, la posible articulación con la República Federal de Centroamérica gobernada por Morazán, el apoyo que San Martín estaba gestionando por parte de los caudillos rioplatenses enfrentados al centralismo porteño, marcaban un clima promisorio para la realización del proyecto de unidad.

Este tratado, pocas veces recordado, es la antesala del encuentro de Guayaquil y constituye un verdadero manifiesto de la historia de la construcción de la ciudadanía latinoamericana. Puede ser considerado, sin dudas, el primer tratado de unidad sudamericana, antecedente de los sucesivos intentos de formación de los bloques regionales del siglo XX y XXI.

El Tratado establecía la plena unidad de una parte importante del territorio suramericano pero, además, convocaba a los demás Estados del continente. En su artículo primero definía la unión de las fuerzas terrestres y marítimas para la defensa de la independencia y la soberanía no solo de la nación española sino también de “cualquiera otra dominación extranjera” (art. 1) estableciendo el mutuo apoyo frente a “todo ataque o invasión que pueda de alguna manera amenazar su existencia política” (art. 2); además del aspecto militar, en el campo económico el Tratado eliminaba los derechos de importación y exportación (art. 6) dando origen a una unión aduanera. Pero más allá de los aspectos militares, políticos y económicos, podemos sostener que el artículo de mayor trascendencia fue el número 4, donde se enunciaba: “los colombianos serán tenidos en el Perú por peruanos y estos en la República de Colombia por colombianos”. Se expresaba, por primera vez, la construcción de un espacio político donde la ciudadanía compartida poseía igualdad de derechos.

Esta perspectiva integral del Tratado de Unión había sido expresada por Bolívar en el instructivo para la firma del mismo: “… la asociación de los cinco grandes Estados de América para formar una ‘nación de repúblicas’, objetivo tan sublime en sí mismo que no dudo vendrá a ser motivo de asombro para Europa. La imaginación no puede concebir sin pasmo la magnitud de un coloso que, semejante a Júpiter de Homero, hará temblar la tierra de una ojeada. ¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una Ley y guiada por la antorcha de la libertad?” (Bolívar, 1822).

Más allá de las urgencias militares y las batallas que aún faltaba librar ante el último bastión realista, la firma de este tratado constituye el telón de fondo del encuentro de Guayaquil. En este contexto de búsqueda de unidad política se desarrollaban los debates en torno a la urgente cuestión militar. Luego de la derrota en Lima y Carabobo, los absolutistas se reagruparon en el interior del Perú alcanzando un ejército de más de 19.000 hombres. Había que finalizar la guerra y asegurar la independencia de Hispanoamérica.

San Martín llegaba al encuentro contando con la gratitud del gran colombiano por el apoyo militar enviado en febrero del ’22. Mil trescientos soldados bajo el mando de Andrés Santa Cruz se presentaron ante Bolívar para dar batalla en el actual territorio de Ecuador. En respuesta a esta actitud, Bolívar le había escrito a San Martín: “la gratitud con que el pueblo y el gobierno de Colombia han recibido a los beneméritos libertadores del Perú, que han venido con sus armas vencedoras a prestar su poderoso auxilio a la campaña… Tengo la mayor satisfacción en anunciar a V.E. que la guerra de Colombia está terminada y que su Ejército está pronto a marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del sur, a quienes por tantos títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas” (carta de Simón Bolívar a José de San Martín del 17 de junio de 1822). En respuesta a esta misiva, San Martín le contesta el 13 del mes siguiente: “Es preciso combinar en grande los intereses que nos han confiado los pueblos… marcharé a saludar a vuestra excelencia en Quito… nos veremos y presiento que la América no olvidará el día en que nos abracemos” (carta de José de San Martín a Simón Bolívar del 13 de julio de 1822).

Pero también, llegaba con múltiples frentes de conflicto abiertos. El primero —y más urgente— era el frente militar. San Martín evaluaba que su fuerza terrestre de 8000 soldados no era suficiente para vencer a los realistas; además, había perdido el apoyo de la flota marítima de Cochrane. Es por esto que le solicita a Bolívar refuerzos militares. El número de soldados ofrecidos no le pareció suficiente para lograr la victoria. Ambos llegaron a una conclusión: debían unificar los ejércitos. Pero, ¿bajo la conducción de quién? San Martín se encontraba debilitado. Por un lado, la aristocracia limeña conspiraba contra él porque no compartía la radicalidad de las medidas sociales tomadas; por el otro, si bien había obtenido el apoyo político de los caudillos rioplatenses, estos no contaban con los recursos para efectivizar el apoyo militar y Buenos Aires, gobernada por el centralismo unitario, le daba la espalda. Tal fue el desplante realizado, que el gobernador Martín Rodríguez no recibió a su representante Antonio Gutiérrez De la Fuente, y lo derivó con su ministro Rivadavia quien sostuvo que “Buenos Aires ya había hecho más de lo que había podido por aquellos pueblos…”.

La correlación de fuerzas para el líder rioplatense, eran adversas. Es por esto que, con un gesto de humildad pero también resultado de una lectura estratégica y de realismo político, decidió renunciar y dejar su ejército bajo la conducción de Bolívar, quien finalmente libraría las últimas batallas por la independencia sudamericana.

Con estas claves resulta posible comprender la naturaleza histórica de aquel encuentro que definió el devenir de la región. ¿Por qué llenar tantas páginas de historia, entonces, con relatos de enemistades cuando ambos jefes de Estado habían decidido fusionarse en un destino común? El proyecto político de ambos líderes, más allá de sus diferencias, coincidía en que la unidad continental era requisito indispensable para la defensa de la independencia y la soberanía. Luego de la victoria de Ayacucho, Bolívar intentará concretar este sueño —que también era proyecto— mediante la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá. Pero se había desatado una nueva etapa de enfrentamientos internos que, accionar imperialista mediante, impedirían la realización de dicho programa político. La formación de los Estados Unidos del Sur quedaría, así, inconclusa. En palabras de Manuel Ugarte, la Patria Grande fue desmembrada, dejando abierto el desafío para las generaciones siguientes de reconstruir aquella nación sin la cual el ejercicio de la soberanía plena resultaría imposible.

Referencias bibliográficas

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Jiménez, Ricardo, El Primer Tratado de Unidad Suramericana. Apuntes de la convergencia entre San Martín y Bolívar. Alba Movimientos, 2020. Disponible en: https://albamovimientos.net/el-primer-tratado-de-unidad-sudamericana-apuntes-de-la-convergencia-entre-san-martin-y-bolivar/

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