Un chiste que circuló no hace mucho tiempo recordaba que en febrero pasado nuestro mayor problema era deshacernos de los billetes de cinco pesos. Más allá del humor, es indudable que desde el fin del verano, con la declaración de la pandemia de Covid-19 y los preparativos de nuestro país para afrontarla de la mejor manera posible, irrumpieron en nuestra lengua cotidiana términos hasta entonces desconocidos (Coronavirus y ASPO, por ejemplo) y otros que implican un nuevo uso de palabras hasta entonces reservadas a otros campos (“fase”, “curva”, “pico”, etc.).

En la segunda nota de esta serie en que nos propusimos indagar la trastienda de estos nuevos discursos hablamos con Emilse Moreno, profesora y licenciada en Psicología (UBA), psicoanalista, docente e investigadora de la UNLa y maestranda en Salud Mental Comunitaria en nuestra universidad. Como tantos otros profesionales, la licenciada Moreno está atendiendo desde el inicio del aislamiento por medios virtuales. Quisimos saber cómo aparecen estas palabras hasta hace poco tiempo desconocidas en la clínica, qué expresan, qué cuestiones resuenan por debajo de ellas.

¿Cuáles son los “nuevos términos” que se traen más a la consulta?

En cuanto a las palabras que, por decirlo de alguna manera, eran de uso sanitario y ahora público, hay una expresión que aparece en las sesiones y que me parece muy significativa: “efecto pandemia”.  Sería en cierta forma un modo posible de disculparse, desimplicarse de algunos pacientes, como si algunas cosas fueran únicamente consecuencia de la presente pandemia y no producto del propio inconsciente o del propio acto voluntario. Entre tantas cuestiones que se han afectado en la clínica -desde lo personal, como haber tenido que poner en mi casa un cartelito para que mi familia haga silencio mientras atiendo- aparece también en la consulta el ir dejando algunas cosas “para cuando volvamos al consultorio” como si este fuera un tiempo de espera.

¿Hay algún hiato, alguna emotividad cuando aparecen palabras inusuales en la terapia?

Hay términos de la tecnología que se filtran en la escena analítica, tales como “conectando”, “video pausado”, otras referencias a la conexión: ese tipo de palabras que no tendrían nada que ver con la clínica, intentamos tomarlas para pensar cuestiones más ligadas al espacio terapéutico, al trabajo analítico. Hay otras palabras que, si bien son de uso habitual en las personas, surgen como producto de este momento: “encierro”, “soledad”, “contagio”. “Contagio” es muy interesante, porque aparece como amenaza y también como potencia. En cada espacio de análisis devienen distintos sentidos a partir de la misma palabra: por ejemplo en el caso de “contagio”, sentidos más persecutorios y también otros que tienen que ver con proyectos, por ejemplo “contagiarle a alguien un proyecto” para generar compañía.

Emilse Moreno

En realidad, la pretensión de hacer cargo al término y entonces a la pandemia y/o al aislamiento -que no es lo mismo- también deviene según la subjetividad del hablante: hay espacios terapéuticos en los que se intenta atribuirle todo “a que no puedo salir”, “hace cien días que estoy encerrado/a”, “cómo va a pasar tal cosa si yo no puedo salir”, inclusive como si fuera algo individual, cuando se trata de un problema social, colectivo. Lo individual entonces es el trabajo elaborativo que surge a partir de estos decires.

¿De qué “no se habla” en estos días?

Hay relatos que intentan desconocer la situación y su efecto traumático, en el sentido de pretender continuar la vida como si nada; lo que noto en algunos casos es una actitud de querer hacer caso omiso del aislamiento y de la pandemia, como si todo estuviera igual que antes. Algunos pacientes tratan de pensar que todo sigue sucediendo con total “normalidad”, se preguntan “cómo puede ser que no me salga tal cosa”, o “que no pase tal cosa”, como si no hiciera cien días que están encerrados. Hay muchos personas, además, que viven solas, y entonces el encierro es algo muy fuerte porque además de encierro es soledad, desde lo concreto, digo, aunque con las redes hoy, se contrarresta un poco esa soledad en algunos casos. Al principio de la cuarentena, los niños y los adolescentes estaban contentos porque no iban al colegio y muchos adultos también porque no tenían que viajar al trabajo: se tomaba, de algún modo, como una forma de vacaciones. Ahora voy notando, a medida que va pasando el tiempo, que se va generando un hartazgo, un tedio, y distintas dificultades para bancarse subjetivamente las consecuencias del aislamiento.

Trabajás mucho con niños y niñas, ¿qué notás en su expresión en este tiempo?

En el trabajo con niños y niñas, muchos juegos quedaron de algún modo interrumpidos, “entre paréntesis”: el último día que fui al consultorio ni los y las pacientes ni yo sabíamos que no íbamos a poder volver por un tiempo, de modo que en la consulta virtual fuimos tratando de instalar un nuevo encuadre que contenga, un trabajo que elabore esa ruptura traumática o por lo menos repentina, sorpresiva. Hablaba Freud de las neurosis traumáticas en relación con la guerra, empecé a acordarme de algunos artículos escritos en este sentido en los que, salvando las distancias, estas rupturas, impactos, traumas, empiezan a aparecer en la clínica y en la subjetividad de las personas por fuera de la clínica, llevándonos a tener que repensar los nuevos malestares, los sufrimientos y nuestra práctica profesional. Ahora, por medios virtuales, en la consulta con niños el juego -que elabora, recrea, sana- reaparece, por ejemplo en el juego de la maestra con el Google Meet y el Classroom: la situación del aula virtual habita la escena lúdica, lo cual es también una forma diferente de recuperar los juegos perdidos.

¿Cómo nombran este tiempo los niños y las niñas?

Lo que observo se refiere tanto al ámbito de la clínica que llevo adelante como al grupo de trabajo que integro, “Infancias, Salud Mental y Derechos Humanos” que coordina Alejandra Barcala dentro del Centro de Salud Mental Comunitaria Mauricio Goldenberg del departamento de Salud Comunitaria UNLa. En ese grupo estamos recopilando algunos audios a partir de la necesidad de elaborar  recomendaciones para pensar las infancias en este contexto y cómo viven los chicos el aislamiento y el confinamiento -esta última, palabra horrible que no uso pero la traigo porque también aparece-. Elaboramos unas preguntas y les pedimos a algunos niños que graben un audio con ellas, para enviarlos a otros niños y adolescentes, para escuchar sus respuestas, sus voces respecto a cómo se sienten, qué les pasa, qué temen, etc. Tanto en la clínica como en esos audios, esas voces, observo que los chicos hablan mucho de “Coronavirus”. No hablan de “infección” ni de “ASPO” ni de “aislamiento”, sí hablan también de “cuarentena”. Yo pienso si esto de que circule tanto la palabra “Coronavirus”, que se ha convertido en una especie de término familiar para ellos, no tendrá que ver con lo que contiene de “corona”; los chicos no hablan, por ejemplo, del “bacilo de Koch”. Me parece que el nombre de este virus pegó en las infancias y que un poco se lo apropiaron, como una palabra ya familiar, muchos hablan de “Coronavirus” todo el tiempo.

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