Desde la Dirección de Cooperación de la UNLa y sus equipos de los programas permanentes para jóvenes, se generó el pasado 28 de mayo un espacio de encuentro virtual con adolescentes y jóvenes: se buscaba indagar cómo ellos y ellas transitan el aislamiento social y preventivo obligatorio en el marco de la pandemia por Covid-19.

“Queríamos pensar colectivamente con nuestra comunidad juvenil los nuevos modos de trabajo y de relaciones que estas circunstancias tan particulares nos demandan”, dice Carla Micele, directora del área. Viento Sur conversó con ella acerca de qué se recogió de este encuentro. Carla es Magister en Salud Mental Comunitaria, Psicóloga y se desempeña como directora de Cooperación desde hace alrededor de una década. Sobre el final de la charla le pedimos algunas recomendaciones para los padres, madres y responsables a cargo.

¿Cuáles fueron las preguntas que animaron la generación de un espacio virtual con los jóvenes que asisten a los programas?

Si entendemos a la Cooperación como un ida y vuelta, ¿cómo podemos trabajar con nuestros jóvenes cuando no median el cuerpo, la mirada y el contacto directo, que son la base de nuestra tarea y de nuestros modos de trabajar hasta antes de la pandemia?

Pandemia, cuarentena, aislamiento social son las palabras que enuncian cotidianamente los medios que nos empachan de información. Nos volvimos especialistas en medidas de precaución, nos convertimos en infectólogos y epidemiólogos, sabemos fabricar tapabocas y alcohol en gel. Pero, ¿reconocemos cómo afecta a nuestra cotidianidad esta situación adversa? ¿Cuáles son las marcas que esta situación dejará en cada uno de nosotros?  ¿Cuáles son los mensajes que los adultos transmitimos a nuestros jóvenes y adolescentes?

A partir de la experiencia de varios años trabajando con jóvenes y adolescentes, ¿partían de alguna hipótesis de lo que se iban a encontrar?

Sí, teníamos claro que esta pandemia no golpea a todos por igual y que muchos de los jóvenes que asisten a nuestros programas iban a ver profundizadas las desigualdades que sufren en el día a día, y que su brecha en relación al acceso y a la exclusión se iba a acentuar. Venimos de años que los dejaron con mayor fragilidad y la pandemia los golpea fuerte.

¿Qué relatos lograron sistematizar del encuentro?

Voy a señalar solo los más recurrentes. Que se sienten en banda; que extrañan a sus compañeros y amigos; aparecen con recurrencia muchos momentos de ansiedad; algunos demuestran enojo cuando otros pibes que conocen transgreden y rompen la cuarentena; muchos afirmaron que “es raro vivirlo todo desde este lugar. Es difícil ver el futuro”. También hablaron de las tareas escolares y afirmaron que “es horrible, porque la clase se vuelve aburrida. No es lo mismo que estar con los profes”. Afirmaron estar bajo mucha presión y que les resulta difícil organizarse porque les faltan herramientas.

¿Qué recomendaciones pueden compartir para padres, madres y adultos que acompañan a estos jóvenes y adolescentes?

Primero, que la pandemia genera dudas, miedos e incertidumbre a todos, incluso a los adultos. Pero por ello, debemos revisar y estar muy atentos al modo en que hablamos con los jóvenes acerca de qué es lo que sucede con la pandemia. Luego, escuchar sus voces y demandas, para construir con ellos ideas o proyectos que puedan ponerse en marcha luego de que todo esto pase. Acompañarlos y ayudarles a organizar sus tareas y cómo pensar rutinas. Entender que se sientan desbordados o angustiados, es absolutamente esperable. Transmitir la seguridad de que esto pasará y por último, reconocerles el importante esfuerzo que están llevando adelante con quedarse en casa para cuidarse y cuidar a otros.

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