Hace 34 años, al día siguiente del 25 de mayo, un nuevo periódico irrumpía en la oferta informativa que exhibían los kioscos. Eran tiempos complicados, de una democracia reestrenada menos de un lustro atrás después de la negrísima noche de la dictadura cívico-militar: circulaban revistas con enfoques que contradecían e incluso desafiaban los discursos oficiales, pero los diarios nacionales, exceptuando la experiencia de Timerman y La Opinión en los 70, seguían siendo los mismos de varias décadas atrás.

“En ese momento eran dominantes la radio, la TV y los medios gráficos y dentro de estos los medios tradicionales, sin ningún tipo de innovación específicamente en los gráficos” señala Alfredo Zaiat. “Página/12 era algo que surgía con fuerza e irrumpía con una nueva forma de hablar, una nueva forma de contar las cosas”, dice Marcelo Rudaeff (a) Rudy. Ambos son parte del staff de Página/12 desde la primera edición, y con ellos hablamos para recrear el surgimiento de aquella propuesta que nació como un periódico pequeño editado de martes a sábados y con solo 16 páginas.

Rudy: “Había algo muy fuerte en esa redacción”

¿Qué expectativa te provocaba un nuevo diario como Página/12?

Página nació como un segundo diario: es decir, que la gente se informara a grosso modo por cualquier otro diario, y en Página tenían la letra chica de la noticia. La idea de hacer un diario chiquito con esa información que faltaba en los diarios nació de una pequeña sección de la revista El Porteño llamada La Posta Post. Fue fantástico incorporarme ahí, trabajar todos los días en un diario con muchísima gente de mi misma edad y también de la generación más grande: Pasquini Durán, Verbitsky, Soriano. Era rarísima la diversidad de columnas. Los chistes que yo hacía con Daniel Paz salían eventualmente en Humor, en El Periodista de Buenos Aires, pero que salieran en un diario todos los días fue un salto personal importantísimo. También como lector, porque si bien no estaba tan “agrietado” todo o no era tan visible como ahora, no había mucho que leer en los diarios.

¿Cómo se posicionaba Página en el panorama informativo del 87?

Para mí era un boom. Mirá lo que pasó con el suplemento Sátira/12: en muchos diarios la página de chistes era la última, pero ninguno hacía un suplemento de humor. En Página lo propuse, lo hice, y lo sostuvimos durante 30 años.

¿Había una mística en aquellos primeros tiempos?

Totalmente. Daniel Paz y yo hacíamos más de un chiste por día y se lo mostrábamos a la redacción a ver cuál gustaba más. Como el chiste era para tapa tenía que ser bueno. Era un aprendizaje muy fuerte para nosotros, y al mismo tiempo era algo divertido. Había un clima fuerte de mística.

Desde el principio se habló de la genialidad de las tapas.

Ahí estaban Lanata, Tiffenberg, Soriano, Pasquini y otros periodistas. Incluso Daniel y yo les decíamos “che, qué les parece tal título”, pero había todo un equipo de gente tras esas tapas. Creo que Página nació así, nació muy como equipo más allá de las individualidades, que las había y las hay.

¿Hubo algún lineamiento para tu trabajo con Daniel Paz, o les dieron total libertad?

No, teníamos mucha libertad. No había ningún tipo de brief, para nada. Sin duda alguna vez nos habrán dicho “este chiste no me gusta”, o “este chiste está bueno pero no es para hoy”. Pero en cuanto a libertad, sí la teníamos.

Alfredo Zaiat: “Un espacio de disputa sobre la construcción de sentido”

¿Cuál era el panorama de los medios en el momento en que apareció Página?

Página/12, cuando irrumpió, modificó y alteró el status quo de los medios tradicionales tanto por el lenguaje como por el tratamiento gráfico y, dentro del lenguaje, por cómo eran las notas, los títulos irónicos y provocadores y la tapa, fundamentalmente: eligiendo un tema y rompiendo con los esquemas tradicionales, yendo por el lado del humor, de la ironía, del desafío, de la provocación; tanto podían ser con fotos como con ilustraciones. Lo que se denominó “el nuevo periodismo” en los Estados Unidos de las décadas del 60 y el 70, Página/12 lo representó en la Argentina a partir de 1987.

¿Cómo llegaste al diario?

La puerta me la abrió Horacio Verbitsky. Ernesto Tenembaum y yo estuvimos trabajando con él tres meses, en su oficina, en una sección que se llamaba Profesionales. Al tercer mes nos pidieron que directamente fuéramos a trabajar a la sección, en el diario.

¿Qué expectativa te generaba?

Desde la adolescencia fui lector del mundo de la gráfica, de diarios, de la revista Humor, de El Periodista. Para mí Horacio era uno de los referentes y trabajar inicialmente con él, que me formó y me abrió la puerta, fue extraordinario. Y entrar a Página fue un sueño. Yo había hecho para entonces tres cuartas partes de la licenciatura en Economía y al terminarla seguí trabajando en el diario. Tenía también una beca de investigación para estudiantes, así que podía elegir entre tres vertientes: ser un economista tradicional, ser investigador o ser periodista. Finalmente me decidí por el periodismo. En noviembre de 1987, a los pocos meses de estar en el diario, pedí pasar a la sección de Economía: ahí me sentía mucho más cómodo que escribiendo notas sobre la miopía, por ejemplo, una de las que escribí en Profesionales.

¿Cuáles eran las diferencias con respecto a los demás diarios?

Específicamente en economía creo que teníamos y tenemos una mirada especial sobre el cuestionamiento del poder económico, de defensa del desarrollo de las pequeñas y medianas empresas, sobre la distribución del ingreso, sobre la equidad tributaria. Si uno lo quiere poner dentro de un cuadrante ideológico es una posición de centroizquierda, de desafío a las convenciones y al discurso convencional en materia económica.

¿Hay algún momento que recuerdes especialmente, y cómo fue la cobertura desde el diario?

Hay varios momentos de convulsión como parte de la historia argentina que recuerdo, y cómo fue el ambiente en la redacción. Los levantamientos carapintada fueron un momento de muchísima tensión, de muchísima movilización al interior del diario; la tragedia de La Tablada, otro momento de mucha conmoción interna y, obviamente, las crisis económicas. Y lo que fue la convertibilidad y el estallido de la convertibilidad. A los 10 años de estar en Economía asumí la jefatura de la sección y empecé a tener otro rol dentro del diario, y por consiguiente un mayor involucramiento en la edición, la situación y los climas políticos y económicos que se vivían.

¿Querés contar algo más?

Quiero rescatar y revalorizar lo que significó, significa y significará Página/12 para la convivencia democrática, para la apertura del debate público sobre cuestiones esenciales de una sociedad democrática y de avance de derechos. Es una tribuna donde la defensa de los derechos humanos, tanto los pasados como los actuales, siempre están presentes y van a seguir presentes, además de un trabajo en una libertad muy muy amplia que tuve y que tengo. También es un espacio de disputa sobre la construcción de sentido donde yo me siento muy identificado: por eso llevo 34 años en el diario, y me parece que Página/12 es un hito de la expansión de los derechos y la expansión de la democracia, en el sentido de que es el canal de expresión de sectores marginados y sectores que defienden y buscan ampliar derechos, buscando una sociedad más justa.

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