En estos días en que Erich Priebke y su rol al frente del colegio Primo Capraro de Bariloche vuelven a ser noticia, más allá de aciertos y desaciertos periodísticos quiero compartir algunas cuestiones y un hecho cuanto menos curioso referido al organizador de un concurso de belleza en Italia, quien invitó al ex jerarca nazi a ser el presidente del jurado mientras Priebke cumplía prisión domiciliaria en Roma.

Repasando un poco, Priebke vivió como un ciudadano ilustre más de San Carlos de Bariloche durante cinco décadas: apodado cariñosamente Erico por la comunidad barilochense, dirigió el Instituto Cultural Germano Argentino Bariloche y su colegio primario y secundario, el Primo Capraro. Descubierto de manera casi fortuita a raíz del magnífico libro “El pintor de la Suiza argentina” de Esteban Buch, fue finalmente deportado a Italia a mediados de los años 90. Allí fue juzgado por la masacre de las Fosas Ardeatinas ocurrida el 24 de marzo de 1944 en represalia al atentado partisano de via Rasella que se había llevado a cabo el día anterior, 23 de marzo, con un saldo de 33 soldados alemanes muertos. La masacre fue decidida directamente por Hitler, quien luego de sopesar represalias tales como la deportación de mil italianos por cada soldado alemán muerto, se decidió finalmente por ordenar la ejecución de 10 italianos por cada soldado del Reich desaparecido en el atentado. El asesinato masivo se llevó a cabo en forma meticulosa y programada, entre las 3 de la tarde y las 8 de la noche, con un tiro en la nuca de cada condenado. El lugar elegido fue las Fosas Ardeatinas, una cantera de puzolana en las afueras de Roma. Esa tarde los nazis asesinaron a 335 hombres de entre 14 y 75 años de todas las condiciones sociales: había partisanos, presos políticos, presos comunes, hombres de origen judío. En el apuro por cumplimentar la cifra, fueron ajusticiados cinco hombres de más. Al día siguiente se selló el lugar de la masacre haciendo explotar varias cargas de dinamita. Herbert Kappler, Teniente Coronel de las SS y comandante de la policía alemana en Roma, fue el máximo responsable de la masacre. Erich Priebke, Capitán de las SS, fue su principal colaborador y como tal fue juzgado por esta causa y condenado a cadena perpetua en 1998, pocos años después de ser extraditado desde la Argentina. Tenía 85 años. Gracias a lo avanzado de su edad, fue beneficiado con un arresto domiciliario.

Star of the Year

En mayo de 2008 Claudio Marini, organizador del concurso de belleza Star of the Year, invitó a participar como presidente del jurado a Erich Priebke. El Dottore Marini era entonces el titular de una “agencia de espectáculos y promoción publicitaria” y realizaba el concurso desde el 2000. Star of the Year premiaba la belleza de chicas en un rango de edades de 14 a 28 años y pretendía ser la plataforma de lanzamiento para jóvenes aspirantes a las pasarelas, el mundo del espectáculo y los mass media. Cuando recibió la invitación, Priebke declaró al diario La Repubblica que “me habría gustado ir para volver al menos por un día a la vida normal (…) Soy el detenido más anciano del mundo. No creo que vaya, pero me gustaría mucho”.

La edición de Star of the year de 2008 se realizó en el hotel Tramp’s de Gallinaro, provincia de Frosinone, a unos 90 kilómetros de Roma. Como el juez de custodia no le dio permiso a Priebke para ocupar su lugar al frente del jurado, luego de una de las pasadas de las finalistas se emitió en directo y por pantalla gigante un mensaje de un minuto en el que el ex SS aparecía con una pulcrísima camisa blanca, sentado delante de una nutrida biblioteca; agradecía a los organizadores por esa invitación que era “un acto humanitario” y les enviaba “un abrazo y un beso a todas las jóvenes mujeres del concurso”, moviendo las manos en un gesto que parecía una bendición.

“Parcere subiectis”

En diciembre de 2008 me comuniqué con Claudio Marini para conocer de primera mano su pensamiento, sus intenciones. Transcribo textualmente mis preguntas y sus asombrosas respuestas.

¿Por qué decidió invitar a Erich Priebke a presidir el jurado del concurso? ¿Cómo apareció esta idea?

CM: Invité a Erich Priebke para promover un gesto de pacificación a distancia, a 60 años del último conflicto mundial. Principalmente hoy, que se habla tanto de la paz en forma retórica, y todo queda en las palabras, sin ir a los hechos. He querido lanzar un mensaje a todo el mundo. Respeto y comparto el juicio de la historia sobre el nazismo: los errores no pueden borrarse. Pero creo que debemos mirar al futuro y no al pasado. Los romanos, que eran un gran pueblo, decían parcere subiectis, esto es, “perdonar a los vencidos”; por eso creo que la invitación es también un acto humanitario frente a un hombre que a los 95 años no debería estar en estado de detención. En Italia y en el mundo hay tantos problemas más graves que resolver como por ejemplo la desocupación, la delincuencia juvenil, los problemas de los ancianos, la seguridad de los ciudadanos, el calentamiento ambiental: justamente, de estos problemas querría que nos ocuparámos, y estoy listo para hacer mi parte.

Las jóvenes participantes, ¿lo conocían? ¿Qué dijeron de él?

CM: Muchas chicas no sabían quién era Priebke y esto es normal: Priebke era un soldado que seguía órdenes y no un jerarca nazi. Indro Montanelli ha dicho de él: “es cierto que Priebke no se ha comportado como un héroe, pero ha seguido las órdenes y no puede, por esto, ser considerado un criminal”.

¿Usted piensa que ha sido un éxito invitar a Priebke?

CM: A pesar de que hay algunos que no creen lo que digo, reitero que no he invitado a Priebke para hacerle publicidad al concurso. Por lo tanto no tiene sentido hablar del éxito de la iniciativa. Deseo solamente que lo que he hecho sea útil para promover la pacificación de la que hablaba, y hacer que los políticos se preocupen por los verdaderos problemas de nuestro país. Por suerte algunos han escuchado mi apelación y esto me da coraje; confirmo que estoy a disposición de la comunidad para darles un futuro lleno de esperanza a las nuevas generaciones.

La maldad de lo banal

En 1961 Hannah Arendt fue enviada por la revista New Yorker a Israel, a cubrir el juicio a Adolf Eichmann. Los hallazgos que pudo hacer a partir del juicio, y las fortísimas impresiones que le provocó asistir a las declaraciones del ex-Director de la Oficina de Asuntos Judíos del Tercer Reich, excedieron el mero reportaje y dieron lugar al extenso ensayo Eichmann en Jerusalén o Un estudio sobre la banalidad del mal. En ese libro Eichmann aparece desnudo en su mediocridad. Un burócrata de oficina absolutamente diferente de la encarnación del “mal radical” que Arendt esperaba encontrar, tan lejos de las imágenes majestuosas de Leni Riefenstahl como del personaje del soldado alemán del cine americano de posguerra. Muy por el contrario, en Eichmann, Arendt descubrió a un hombre que se enorgullecía de cumplir órdenes, que respetaba lo que llamaba la “buena sociedad”, y que se indignaba cuando los testigos contaban atrocidades cometidas por los soldados de las SS; un pequeño burgués que decía: Hitler quizás estuviera totalmente equivocado, pero hay una cosa que no se le puede negar: fue un hombre capaz de elevarse desde cabo del ejército alemán a Führer de un pueblo de ochenta millones de individuos… Para mí, el éxito alcanzado por Hitler era razón suficiente para obedecerle. En el libro de Arendt, el responsable de la deportación de seis millones de personas a los campos de exterminio se devela como un hombre gris, con una personalidad acorde a su pasado de viajante de comercio de la Vacuum Oil Company antes de la guerra.

Parafraseando el trabajo de Arendt, el caso de Priebke como jurado de un concurso -asimilable a otras experiencias más cercanas y tristemente conocidas por nosotros- podría titularse La maldad de lo banal: algo así como la ligereza con que se invierte la responsabilidad que le toca a todo ser humano por sus actos, esa que bajo la forma de la obediencia debida se vuelve impunidad, e incluso audacia.

*Crédito Foto de Portada: Página/12

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