Todo vale a la hora de crearlos: medias en desuso, botones olvidados en algún cajón, ovillos de lana sin tejer y hasta las pelotitas de telgopor que sobraron de la maqueta del sistema solar. No son pretenciosos ni ostentosos, solo piden una mano que los ayude a dar el gran salto. Y ahí están, llenos de vida y magia para jugar, alegrar y emocionar a grandes y chicos.
Los títeres viven entre nosotros desde la época del antiguo Egipto y cada 21 de marzo celebran su día, con el objetivo de promover, defender y salvaguardar su tradicional uso.
Alejandro Seta y Cristina Ledesma viven en Alejandro Korn y son titiriteros desde hace más de 30 años. Juntos crearon la compañía de títeres “Las Bestias Peludas”, que ofrece espectáculos para todas las edades.
¿Cómo nace el amor por los títeres?
Alejandro: Mi papá Natalio es director de teatro y dedicó toda su vida a formar actores y dirigir elencos. De chico íbamos al festival de espectáculos para niños de Necochea y veíamos a varios titiriteros. Ahí me enamoré de ellos, siempre me encantaron.
Cristina: Mi mamá me dijo que desde chica siempre mostré interés por los títeres, pero realmente no me acuerdo. Un día una amiga me dice que Javier Villafañe[1] iba a dar una función en Avellaneda. Llegamos y la obra se había suspendido, entonces me fui hasta la entonces escuela de títeres que funcionaba arriba del teatro Roma. Entré y me encontré un mundo maravilloso.
¿Cuándo deciden fundar “Las Bestias Peludas”?
Cristina: Nosotros nos conocimos en la estación de trenes de Lomas de Zamora. Yo tenía una bolsa con títeres y Alejandro se acercó a hablarme. Nos empezamos a ver, nos enamoramos y nos casamos. En ese tiempo yo seguía estudiando en la escuela de Avellaneda y aprendiendo cómo se construye un títere, cómo escribir los diálogos, etc. Además, teníamos un kiosco en una galería de Lanús y no pasaba nada. Entonces, decidimos hacer una función de títeres como para atraer un poco más de público. Les pedimos un aporte a los comerciantes y con ese dinero compramos los caños y la tela para hacer el retablo. Así fue que el Día del Niño de 1990 dimos nuestra primera función. Al poco tiempo, me crucé con una compañera de la facultad de Lomas de Zamora que trabajaba en el área de cultura del municipio de Lanús y nos invitó a trabajar como titiriteros. Y ahí nos lanzamos, con tres funciones por día, sin micrófono, con cientos de chicos, y aprendiendo sobre la marcha.
Alejandro: Fue un gran aprendizaje, porque mayormente íbamos a escuelas, pero también a actos políticos, a sociedades de fomento, a actos en la calle.
¿Cuál es la magia del títere?
Alejandro: Un día estábamos haciendo “El panadero y el diablo” en una escuela ante cientos de chicos, y en un momento me doy cuenta de que el panadero empieza a hacer cosas por su cuenta. Entonces, empiezo a reflexionar sobre lo que significa el teatro de títeres, con títeres que empiezan a vivir y a hacer cosas que nunca imaginabas: es como que cobran vida, con una forma de ser y de pensar.
Cristina: Claro, es como que de repente el títere empieza a hacer algo por sí solo. Es raro. Hay una técnica que nos gusta mucho que es hacer títeres sobre una mesa y no nos tapamos la cara, y el público se olvida de que nosotros estamos presentes. Es algo especial lo que pasa, uno le presta las manos, la voz, pero el personaje es el que hace.
¿Los títeres son para todas las edades?
Alejandro: Sí. Desde el momento en el que alguien juega con un palo o un poco de barro y lo hace actuar, es un títere. Cuando los españoles vinieron a América se encontraron con que los mayas hacían una representación de títeres para agradecer por la cosecha: un objeto era el sol, otro el maíz. Está en todo, como algo inherente al ser.
¿Pueden ser usados como recurso educativo?
Cristina: Para nosotros, ya con aprender a hacer títeres está bien, para divertirte, para emocionarte. Sí entiendo que hay titiriteros que hacen obras para hablar de otras cosas, pero no desde el punto de vista de un adoctrinamiento, sino para mostrar alguna situación.
Alejandro: Es muy difícil ser titiritero y sustentarte porque uno no puede hacer cientos de obras. Para mí el objetivo tiene que estar puesto en lo artístico y no en la enseñanza. El arte puede ser para enseñar algo, pero no al revés. El hecho artístico dice muchas cosas desde lo explícito y desde lo que queda en el aire.
¿Cuál es el futuro de los títeres?
Alejandro: Los títeres no morirán jamás. En una época de tanta frialdad, el arte y la ternura de los títeres van a ser siempre necesarios.
[1] Javier Villafañe fue titiritero, poeta y narrador argentino. Recorrió el mundo con sus títeres, entre ellos, su inseparable Trotamundos.
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